El Estado ecuatoriano

Martín Riofrío Cordero

Martín Riofrío Cordero

En estos tiempos, con la llegada de personajes como Javier Milei al poder, y la aparición de los libertarios, es frecuente encontrar personas y movimientos con una postura anarcocapitalista. ¿Qué quiere decir eso? Personas que niegan al Estado. Que dicen que se debe achicar, al punto de limitarse a la administración de la justicia y la seguridad. Como mucho de la educación. Sin embargo, la evidencia dice lo contrario. Para muestra: el fracaso de las AFP en Chile.

Ahora bien, con esto no quiero decir que el estado sea bueno o malo. Solo que es prudente, a puertas de una elección presidencial, cuestionarse sobre el papel del Estado en nuestras vidas.

Más allá de las promesas, de los recorridos, y de la recurrencia en el populismo, importa cómo vamos a votar. Importa, sobre todo, porque el candidato que elijamos va a ser quien esté al frente del Estado.

Entonces: ¿de qué manera queremos que se administre?

¿El Estado es tan necesario en Ecuador como dicen?

La respuesta es más que clara: sí. Pero no porque quien venga deba ingeniárselas para solucionar en cuatro años nuestros problemas. Más bien, porque la crisis de inseguridad y la infiltración del crimen organizado en las esferas más altas del gobierno (narcoestado), se debe a que las instituciones del Estado ecuatoriano son débiles. Hemos pasado por gobiernos que, más que sumar y fortalecer, las han debilitado.

Necesitamos, por ende, un candidato que se encargue de reconstruir. No desde cero, sino con lo que nos queda del estado.

Porque en cuatro años no se van a solucionar nuestros males. Pero sí se puede iniciar, poner la primera piedra sobre la cual se halle un proceso sostenido en el tiempo.

Ya lo dijo José Mujica, el expresidente uruguayo, en una reciente entrevista: ‘‘el Estado no es ni bueno ni malo. Depende de nosotros’’; de nuestro voto.