Manuel Castro M.
El término populismo aparentemente es una posición vaga, que lo emparenta con algo noble e importante que es el pueblo y su servicio, constituyendo una forma de política cerca de ciencia y arte. El fondo del populismo es otro: lo inauguró el fascismo (un líder, un partido, una sola acción), con el comunismo (fracaso permanente, ahora hasta China comunista es un Estado capitalista); con el falangismo (Franco en España, fue el caudillo por la Gracia de Dios). Actualmente con el socialismo del siglo XXI dirigido por líderes fracasados y desgraciadamente sus pueblos: Castro, Chávez, Maduro, Ortega y algunos tapados, como en México y Colombia.
El siglo XX fue el siglo de los dictadores populistas, con diversos remoquetes: Lenin, el profeta del totalitarismo marxista-leninista; Mussolini, el fascista que casi acaba con Italia; Stalin, el “nuevo Lenin”, con millones de muertos, por sus purgas a los opositores; Hitler, el demonio nazista que destruyó Alemania; Tito, que inventó un país: Yugoslavia, que después desapareció en terribles guerras civiles; Mao, la “tiranía de la sinrazón”, con millones de muertos chinos a su haber. En América, Stroessner, el “patriota autárquico”, como ha sido calificado; los Duvalier, lo peor del populismo; Fidel Castro, eterno dueño del poder, de la vida de sus congéneres y supresor de las libertades en Cuba; Pinochet, populista dizque de derecha; Correa, ideológicamente indefinido. Igual todos ellos utilizaron a su pueblo en su beneficio y hasta algunos llegaron el asesinato masivo. Los vigentes: Maduro, Ortega, Díaz-Canel, que tienen a sus pueblos en la miseria, mediante la represión, el fraude, el partido único.
Sin embargo, en Latinoamérica y el mundo se calcula que el populismo tiene una aprobación de un 30% de la población, por sus características comunes: las arengas al pueblo (Hasta la Victoria Siempre), celebraciones espectaculares, manipulación de la propaganda y de los medios de comunicación (en el Ecuador de Correa, sabatinas, ataques a la prensa libre (”Prensa Corrupta”), sobornos, crimen organizado, ofrecimientos demagógicos en lo económico, o sea el paraíso en la tierra, formas de religión despreciable.
Ecuador no puede quedarse dormido. En la Asamblea Nacional mandan 66 asambleístas populistas o correístas; en las alcaldías y prefecturas han obtenido los cargos con bajos porcentajes, mediante la desunión de los grupos democráticos. Los populistas se preparan para combatir al próximo Gobierno que guiará y administrará al país a partir del 24 de mayo próximo. El pueblo, sus angustias, su afán de salir adelante les importa un pepino. Les ayuda el fanatismo y algo lo quimérico: de obtener justicia social a base de sólo proclamarla, sin medio en el bolsillo, sin inversiones, sin trabajo, sin educación.