Ahora es cuando

Manuel Castro M.

Los analistas, comentaristas, los voluntarios de buena fe de las redes sociales, que se han lanzado sesudamente a criticar con cierta eficacia a los actores políticos, luego de terminadas las elecciones, deben convertir sus agudas observaciones en acciones positivas. No es suficiente salvarse solo al decir “lo predije, los partidos políticos no funcionan y sus líderes no tienen capacidad intelectual, ni programas, por ello no hay partidos políticos serios, sino aventureros políticos”. En parte es cierto, tienen mucho de razón, pero su posición deben compartirla con otros. Amiel dice: “No puedo contentarme con tener razón yo.”

Se califica de vil y vana a la clase política, por lo que -se dice- hay que elevar el nivel de los políticos. Pero con alguna evidencia recalcan esas ideas a poco de cada elección. Está bien que los periodistas profesionales, con ideas claras y sólidas y posición ideológica -que no se le puede negar a ningún ser humano- prosigan su tarea de confrontar al poder con críticas probadas y contrastadas, con solicitudes de enmiendas o mejoras positivas para el país. Pero de ahí querer gobernar el país, por más inteligentes e informados que fueren, hay un abismo, pues “zapatero a tus zapatos” ya que no son los actores políticos, su importancia es otra: son los críticos patrióticos y veraces de las situaciones políticas, de advertir sobre las observancias de la ley, de investigar cualquier hecho obscuro o controvertido del Estado, de los tres poderes y medio que hay en el país, y hacerlos públicos, sin compromisos y a su leal entender y saber.

Los que reclaman partidos sólidos, con programas, altura e inteligencia, ahora deben armar dichos partidos políticos, cuando no se precisan los votos y no hay aventuras electoreras. Hacer política no es salir a las calles, como hacen los líderes universitarios e indígenas, ni dar conferencias como los académicos e intelectuales, sino crear estructuras, movimientos o partidos políticos con energía, honradez y visión a largo plazo. Si faltan líderes entonces por qué criticar al prójimo que se apodera del poder.

Las verdades o mentiras no se difunden por ósmosis, hay que hacerlas patentes, lo confirma la larga historia de la humanidad. Siempre habrá un Hitler malévolo, un Stalin delincuencias, un Churchill valiente y esperanzador, un Gandhi espiritual, que estuvieron cerca del bien y del mal, pero que se organizaron como políticos para luchar y diseminar sus ideas.

Si el argumento es que no se tiene recursos para organizar una renovada política organizacional, en el mayor de los casos no es válido. Ni el dinero en exceso ha logrado éxito político, ni la pobreza o limitación económica ha impedido que grandes líderes, artistas y pensadores logren el reconocimiento de los demás. Apartarse de los hombres y criticarlos no significa odiarlos, pero no produce nada positivo. Ergo, es más fácil criticar y censurar que tratar de comprender el punto de vista del prójimo y organizarlo políticamente.