Maltrato al anciano

Los gobiernos y familias tienen que comprender que las personas de edad avanzada cambian sus capacidades físicas, intelectivas y emocionales. El Estado provocó un sentimiento de minusvalía, exposición burda; y, al parecer, violó derechos de los ancianos al invitar a una campaña fallida de vacunación contra la Covid-19. La destitución de otro mediocre ministro de Salud de medio pelo no resuelve la minúscula entrega de vacunas ni la violenta agresión a poblaciones de ancianos, a pasar frío, hambre, lluvia y a colocarse en largas filas sin distanciamiento ni prevención.

El manejo fútil de la pandemia con evidente negligencia multiplicó no sólo la frivolidad  de la estupidez sino los abominables contagios desbordados en hospitales por el coronavirus. Y, aceleró los índices de mortandad históricos. ¿Por qué los adultos mayores enfrentan así los devastadores impactos de la pandemia? ¿No hay una sistemática discriminación por edad y menosprecio de las autoridades? ¿Desesperación, dolor, impotencia, falta y reventa de medicinas, soledad, abandono, irresponsabilidad ciudadana, no son acaso descripción de un escenario crucial de desapego hacia los ancianos que muestra la distancia física y moral intergeneracional del país?

La Organización de las Naciones Unidas alertó sobre el aumento de muertes de las personas mayores de 80 años, un promedio cinco veces mayor que la tasa mundial. De ahí que la gerontofobia se presente en anonimato, como un miedo a la degeneración propia de la sociedad y la muerte relacionada con la edad, que ‘alimenta los prejuicios, discriminación y negación de derechos’. Un evaluador de la salud, de los servicios de atención, de la incapacidad de acceder a tratamientos y atención médica. Esto a pesar de que ‘somos una comunidad y todos nos pertenecemos el uno al otro’, cita la ONU.

En su segundo año, la pandemia desnuda la realidad de la vejez que durante pasajes históricos fue reconocida como fuente de sabiduría. Hoy, llegar a viejo, que era señal de salud y buena suerte, pasó a convertirse en referente de las enfermedades acumuladas: cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, males respiratorios crónicos, cáncer y demencia. El gran Borges reclamaría otro abuso de la estadística si Ecuador registra 1,8 millones de personas mayores de 60 años, ya es hora de la convivencia con abuelos. Un reemplazo justo a cambio de perros y gatos. Al menos no sería un asunto de estética ni problema matemático, sólo de moral. Nada más.

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