Mal que prolifera

En un acto efectuado en la Universidad Santa María La Antigua, en el marco del Bicentenario de la Independencia, el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, ha realizado quemantes declaraciones.

El prelado ha dicho que aquel país “requiere ser refundado, ya que hay una sociedad corrupta donde nadie quiere dar el primer paso para que se transforme”, complementando sus aseveraciones de la siguiente manera: “Estamos llamados a elegir a quienes nos representen, para que nadie luego se queje”

Estas afirmaciones son de gran validez no solo para el Istmo. Entrañan verdades que no se deben eludir, en vista de que la corrupción es otra pandemia para los pueblos que sufren esta desventura y que no logran articular estrategias apropiadas para eliminarla.

En Ecuador se comprueba lo manifestado por el religioso panameño, por cuanto abundan los sujetos que no solo utilizan la falacia consuetudinaria, como método para engatusar a masas poblacionales sin mayor sentido de reflexión y análisis, guiadas únicamente por emociones primarias. Se ha vuelto una constante la rapiña, cuyas artimañas desbordan la imaginación, debido a triquiñuelas y audacias increíbles.

Los casos al respecto son incontables, por su elevado número; ya no asombra lo que ha sucedido y sigue aconteciendo: diariamente los medios informan  de actos indebidos perpetrados por quienes, elevados a niveles altos de la función pública por obra y gracia de la politiquería, se han apropiado de los fondos públicos, sin el menor sentido de ciudadanía y decencia, peor de patriotismo, palabra que en la actualidad incluso se la menosprecia.

En este polucionado ambiente, no  es de extrañarse que, en la anterior legislatura, 60 asambleístas, de un total de 137, hayan tenido procesos judiciales.