Los duros indicadores en educación

Hemos mencionado con frecuencia y hasta casi el cansancio, la importancia de la educación para el desarrollo de las personas y de los países. Sabemos que la educación constituye el mejor ascensor social. Lo hemos visto demostrado en sociedades disímiles, pero que pusieron a la educación en el tope de sus listas de prioridades y lo hicieron con constancia y persistencia.

Sin embargo, debemos insistir en ello, aunque pueda parecer reiterativo, porque nos enfrentamos a datos cada vez más catastróficos, relacionados con la educación en el país y también en muchos otros países en el mundo.

Es una verdad incuestionable que la pandemia  —de la que estamos intentando salir gracias a los avances de la ciencia, a la rápida invención de una vacuna y a los esfuerzos de los países por completar el esquema completo de vacunación— puso de relieve una serie de problemas y agudizó otros en el ámbito de la educación.

En el caso ecuatoriano, los niños y jóvenes perdieron prácticamente casi dos años en las clases presenciales. Los profesores no estuvieron preparados, en la gran mayoría de los casos, para dictar clases online. Solamente se dieron reacciones ante la emergencia. Las familias ecuatorianas, en un porcentaje bastante alto, carecen de los medios tecnológicos y la conectividad requerida.

Este panorama se suma a lo que ya teníamos en el país antes de la pandemia: poco reconocimiento de los maestros dentro del contexto social, carencia de recursos entregados a la educación, pobres condiciones de infraestructura, baja preparación de directivos de instituciones educativas, indiferencia ante la problemática educativa.

Por ello no sorprenden las cifras de deserción escolar. Se habla de cerca de 200.000 estudiantes en los diversos niveles, se conoce de la pobreza de respuesta en áreas tan elementales como lecto escritura y matemáticas básicas, y de la descomposición de la sociedad carente de valores.

A esto se suman los problemas del llamado analfabetismo total, así como el del analfabetismo digital, que registran datos ascendentes, al igual que lo que podríamos denominar “analfabetismo ciudadano”, que está pasando una factura inmensa al propio país en las circunstancias difíciles que nos toca atravesar.

Sentimos también enorme preocupación si comparamos las cifras ecuatorianas con las de otros países. Por ello nos atrevemos a presentar como alternativa una verdadera “minga”por la educación, en la que cada uno de nosotros ponga un esfuerzo sostenido por mejorar esta triste y dramática situación.