Elogio a Mario Vargas Llosa

Lorena Ballesteros

En el 2000 me estrené como estudiante de periodismo en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Como muchos de mis compañeros perseguía el sueño de catapultarme hacia la escritura, tal y como lo habían hecho Gabriel García Márquez, Isabel Allende y Mario Vargas Llosa, tres escritores que admiraba profundamente. Ese mismo año tuve la fortuna de asistir a una charla magistral de Vargas Llosa. Visitó Monterrey. Atendió como invitado especial a la universidad y habló sobre “literatura y política”. Desde que arrancó pensé, “qué tipo tan arrogante”, “ha venido a adoctrinarnos en prácticas neoliberales”. Me dolía su distanciamiento con Gabo. Fueron muchos años después que comprendí que fue el colombiano el que no tuvo las agallas para respaldar a Padilla después de la traición que sufrió a manos del régimen cubano.

Al poco tiempo de haber asistido a su charla tuve que leer ‘La ciudad y los perros’. La lectura me fue asignada para la materia de Literatura Latinoamericana, que cursaba en ese semestre. La novela me impactó. Cada personaje estaba cabalmente construido. La violencia se impregnaba en sus páginas: acoso escolar, abuso, maltrato… y el lenguaje, su uso de la estructura experimental me volaron los sesos. Aun así, pensé: “es muy machista Vargas Llosa”.

Tenía 19 años y el argumento de colegio militar me recontra sacudía. Sentía una relación de amor y odio con el autor peruano. No puedo negar que devoré ‘Pantaleón y las visitadoras’, pocas veces he reído tanto leyendo una novela. En 2009 me perturbé e incluso me obsesioné con ‘Las travesuras de la niña mala’. La chilenita es un personaje perverso. Es la Madame Bovary de nuestro tiempo. El diálogo que hace Vargas Llosa con la obra de Flaubert es indiscutible en esta novela.

En 2016 me enamoré del que ahora es mi esposo. La lectura fue un pacto tácito entre ambos. Un puente de conexión entre nuestros corazones. Su autor favorito es Mario Vargas Llosa. Su colección de libros abarcaba títulos que desconocía. Entonces, como prueba de mi amor, decidí leer toda su obra de novela publicada hasta esa fecha. Fue un año el que le dediqué al peruano. Fue un año en que percibí su evolución y madurez literaria. Dejé de tacharlo de machista (aunque sus primeras publicaciones no entendieran a las mujeres). Comencé a disfrutar de su morbo. Abracé el erotismo de títulos como ‘Los cuadernos de don Rigoberto’ y ‘El elogio de la madrastra’. Comprendí mejor al Perú. Acepté su fase política. Y me di cuenta de que, Mario Vargas Llosa también era un eterno romántico.