Lorena Ballesteros
El Ministerio de Educación publicó la normativa que regulará el uso de teléfonos celulares en los planteles educativos. La medida entrará en vigor el 5 de mayo, cuando se dé inicio al periodo escolar de la Costa y Galápagos. Meses atrás, Alegría Crespo, titular de este Ministerio ya se había pronunciado sobre los riesgos de que niños y adolescentes se expongan indiscriminadamente a las pantallas durante las horas de escolarización. Regular su uso es una de las batallas diarias que libramos la mayoría de las familias, no solo en Ecuador, sino en el mundo. Ahora, esa lucha es también de las instituciones educativas.
¿Por qué es un tema de debate reciente? Porque hasta hace un par años no se había medido el impacto que tiene en la educación. Sí, se hablaba de efectos colaterales como falta de concentración, de la inhibición del sueño, de afectaciones cervicales, de tendinitis. Pero, no se había probado científicamente que los chicos estén perdiendo capacidad de conexión con la realidad y empatía. Que estén desarrollando ansiedad, alteración de su estado de ánimo y adicción. Porque es así, son adictos a sus dispositivos.
Durante el feriado de Semana Santa “desconecté” a los hijos de mi esposo por varias horas durante la mañana. Sufrieron de ansiedad, de mal humor, de desesperación por encontrar su teléfono y computadora respectivamente. Pero, en el fondo, fue una oportunidad para que se volvieran más proactivos. Sin embargo, al momento de “reconectarse” caímos en lo mismo. El domingo, durante la comida, la hija de mi esposo no levantó cabeza, no dijo ni una palabra, solo miró su teléfono. Fue como tener un comensal menos en la mesa.
Si esto sucede en casa, ¿se imaginan en los colegios? No necesito que me envíen un reporte para saber que mi hija no se despega de su teléfono durante el recorrido del bus escolar. Y en las instituciones en donde no se regula el uso del celular durante el recreo comentan que es brutal. Los chicos pasan enajenados: toman fotos, hacen videos, crean stickers, miran Tik Tok, envían mensajes de WhatsApp y le consultan a Chat GPT no solo sobre cómo hacer sus tareas, también cómo resolver sus problemas emocionales.
La creatividad, la espontaneidad y las habilidades sociales se van al traste. Para muestra un botón. Mi esposo recibió currículos y cartas de presentación excelentes. Después de revisar más de una decena encontró que la mayoría ponían lo mismo. Tristemente, en la entrevista presencial ninguno impresionó. Sí, la inteligencia artificial lo puede todo en papel, pero, no puede dar la cara por ti. ¡Todavía! ¿Queremos chicos sin capacidad de análisis y reflexión? Apoyemos las medidas de regulación.