Le vendo este billete

A primera vista esta frase puede parecer anodina y hasta surrealista, o tal vez un recurso de Jardiel Poncela en una comedia, pero en su contexto real adquiere un significado trágico.

El escenario es una calle del centro de Quito, el protagonista un adulto joven, quien se acerca a una señora y con cara de hambre le dice: “Le vendo este billete venezolano”. La señora comprende de inmediato que ese es su único bien, no tiene nada más que vender para agenciarse algo y llevar un pan a su boca o a la de sus hijos.

Ha dejado de ser comedia para convertirse en tragedia. La tragedia de la emigración, de la pobreza, del hambre, pero también del abuso, de la prepotencia, de la tiranía.

Allí está el protagonista, lejos de su tierra, llegó a pie a nuestro país, con su mundo a cuestas, con su vida a cuestas, pero con un vacío de futuro sobre las espaldas. Ese es el resultado del socialismo del siglo XXI: hambre y represión; lo mismo han cosechado todos los socialismos, después de haber sembrado ilusiones.

El migrante venezolano vende un billete que en su país no vale nada, solo representa el fracaso de un sistema y el triunfo de los sinvergüenzas sin misericordia; aquí una señora paga unos dólares por caridad cristiana, con el anhelo de no humillar al protagonista, de mostrarse comprensiva y solidaria, porque capta la tristeza de sentirse fuerte para trabajar y solo poder vender un billete sin valor.

En varias partes del mundo domina el sistema que produce billetes sin valor, pero lo más grave es que antes de nada desvaloriza a la persona, la obliga a humillarse para sobrevivir, a acatar órdenes irracionales, a aplaudir a imbéciles y a criminales.

 No es fácil ahondar en la angustia del hombre que vende un billete, en su humillación radical como persona capaz, en su saberse minimizado en su dignidad. Un billete, un billete, nada más. No, un hombre, nada menos, rebajado a número, a estadística, tal vez a problema sociológico. Un hombre deshumanizado por la revolución.

Perdónenme la retórica, pero esta mañana me ha caído una noche helada en el alma.