La voz de los barrios de Quito

Así pinta el poeta Jorge Reyes en sus poemas a Quito: “Se me adentra en el corazón la noche/ como mi ciudad ennoblecida de andanzas,/ con su anchura de azotea/ y su seguridad de aldaba en las puertas./ No es posible negarla, puerto tácito,/ encrucijada de contiendas,/ metida en mi querer contiene/ un retazo de mi vida,/ su nombre claro es persuasivo:/ San Francisco de Quito.” Y de sus barrios dice: “Barrio de San Juan,/ escalera por la que sube la ciudad al cielo”, “Barrio de la Tola, a gatas en el cerro, barrio donde primero amanece”.

Los barrios de Quito son una célula de vida, memoria y resistencia en nuestra ciudad. El movimiento urbano más grande en Hispanoamérica que se enfrentó a la corona fue el de la Revolución de los barrios de Quito, en 1765. El abandono que vive Quito no es solo responsabilidad del desgobierno local sino, también,  de los gobiernos nacionales y las leyes con dedicatoria hechas contra Quito que a, nombre del discurso anticentralista, la han castigado.

La radiografía del mal estado de Quito no es solo su espacio público en franco deterioro, sino constatar en sus barrios el retroceso de la calidad de vida, las casas sin pintar, las familias de clase media sin trabajo, su alma y economía en franca crisis. ¿Durará el cambio y la esperanza de esta ciudad que votó mayoritariamente contra el pasado si sigue tan golpeada por el desempleo? No habrá reactivación económica ni sostenimiento de ninguna ideología diferente o gobernabilidad si las familias no ven dignidad, si los bolsillos de la clase media siguen escuálidos y el aparato productivo en quiebra.

Los barrios resisten. Da ternura y esperanza constatar en los chats la defensa de los vecinos quiteños por la ciudad. Se ofertan pequeños emprendimientos de chocolatería, de comidas caseras, se hacen campañas de seguridad. Los llamados de los barrios a los canales para denunciar el deterioro o la inseguridad duelen y, al mismo tiempo, son luz que nos recuerda la resistencia digna por la economía de la ciudad, porque el desempleo en Quito alarma tanto como el delito y requiere un SOS.

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