La secta

Eduardo F. Naranjo C.

El Gobierno parece no tener claro lo que debe hacer para resolver los problemas nacionales y cada vez la telaraña se tupe más, envolviendo toda la estructura estatal y abriendo brechas por las que se filtran los depredadores en busca del poder.

Al parecer, el Opus Dei es el que administra muchas cosas y pone gente en cargos con el fin de “salvar a esta sociedad descarriada”, pero con una visión arcaica y ultraconservadora. La errónea decisión del Presidente, al querer derrumbar un edificio, viene de la creencia que ese era un lugar de perversión, un santuario del mal y consecuentemente había que desaparecerlo como en los tiempos de la Inquisición.

Otra numeraria nombrada subsecretaria de Educación mostró ser una persona desbordada por sus creencias. No se detuvo en expresar su visión elitista y discriminatoria. De igual forma, otras y otros funcionarios con certeza pertenecen a la secta.

Este grupo de creencias radicales sostiene su visión de que las élites ricas históricamente y por mandato divino deben gobernar y por tanto promover el capitalismo extremo, experiencia que en la praxis no resultó buena para el planeta. Creen que con el poder político dominarán el mundo; tal vez sí, pero, ¿qué tipo de sociedad buscan construir con su visión al límite, que encarna conflicto con  sociedades  en riesgo?

Italia eligió a la Meloni  de la misma estirpe; en México aparece en una convención Tamara Falcó; en Inglaterra sube Liz Truss, que se mueven en la misma dirección, tejiendo la telaraña, manejando información al estilo de las tenebrosas agencias gubernamentales.

El Presidente es guiado por este grupo que ha cooptado gran parte de la estructura de poder y que creen ser salvadores del mundo, razón por la que el papa Francisco decidió realizar cambios dentro de esa estructura eclesiástica.