La religión católica y la mujer (IV)

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Una de las mentiras más repetidas en relación con el lugar ocupado por la mujer en la Iglesia Católica es la que afirma que en la Edad Media se sostenía que la mujer no tiene alma. Esta manipulación de los hechos históricos no solo aparece en novelas, series de televisión, redes sociales, etc., sino hasta en ambientes universitarios. Sobre una mala lectura, hecha en el siglo XVI o XVII, de un texto del siglo VI, se han tejido una serie de falsedades con más imaginación que rigurosidad. Así sostienen algunos que en el Concilio de Nicea (año 325) se discutió si la mujer tiene o no alma, otros que en el Concilio de Macon (585); unos dicen que ganó la respuesta afirmativa por un voto, otros que se habría afirmado que la única mujer con alma es la Virgen María; un escritor ecuatoriano llegó a sostener que dicha discusión se dio en el Concilio de Trento, en pleno siglo XVI.

La mentira viene de una mala interpretación de un claro texto de la llamada impropiamente ‘Historia de los Francos’ de San Gregorio de Tours en que cuenta una pregunta de uno de los asistentes al sínodo de Macon sobre el significado de la palabra latina “homo”; pregunta que se planteó fuera del aula del sínodo, como mera curiosidad lingüística: ¿La palabra “homo” (hombre) tiene el sentido universal aplicable a toda la especie humana, o solo el restringido de “vir” (varón)? Eso fue todo; por unanimidad le respondieron que la palabra “homo” abarca a todos, varones y mujeres.

Se ha dado la paradoja de que varios humanistas, defensores de Aristóteles, sostenedor de la inferioridad natural de la mujer, veían a la Edad Media como “obscura”, cuando en esta época la mujer tuvo un sitial muy alto, superior al del mundo romano y al del mundo renacentista, viciados por una filosofía, esa sí, machista. Este prejuicio, alimentado por generaciones de enemigos de la Iglesia Católica, se ha mantenido hasta hoy fuera del ámbito de los especialistas. El gran público está convencido de que en la Edad Media se quemaron miles de brujas, lo cual es falso. (Continuará)