La refrigeradora vacía no miente

José Alvear

Las familias ecuatorianas no desayunan ni cenan discursos políticos. La refrigeradora vacía y el estómago hambriento no mienten, no hablan de cifras, ni de teorías económicas, ni se satisfacen con datos estadísticos. Escuchamos al Gobierno festejar las boyantes cifras macroeconómicas, pero la realidad que viven los ecuatorianos en las calles, es otra.

Resulta que los bolsillos de los ciudadanos no se llenan con palabras bonitas. Tampoco es posible pensar en generación de empleo, mientras el país sigue arrodillándose ante la pésima administración del Estado. Y, acostumbrados a recibir favores del Gobierno, los ecuatorianos, nos vemos permanentemente obligados a respirar el humo de las cortinas con las que los funcionarios del Gobierno tapan sus escándalos.

Pero, aunque quieran disfrazar la realidad, el techo de un hogar no se construye con números inflados. Bajo el modelo de dependencia del Estado, las evidencias son contundentes. Y aunque a manera de ilusionista el ministro de Economía y Finanzas,  Pablo Arosemena, nos enreda, las cifras son un golpe de realidad que no le favorecen. Por ejemplo: la Población en Edad de Trabajar (PET) es de 12´896.001 de ecuatorianos mientras que la Población Económicamente Activa (PEA), es de 8´693.194. Sin embargo, solo 3´077.801 tienen un empleo adecuado. Los datos ponen en evidencia que apenas un 24% de los ciudadanos del país, tuvo la dicha de conseguir empleo.

Queda claro entonces que las familias ecuatorianas no viven de los discursos políticos, sino de su trabajo, por ende el único modelo que realmente nos sacará de la pobreza con base en el esfuerzo honrado, en la productividad es el libertario, porque les otorga responsabilidad a los sectores productivos y a los empresarios privados que son los llamados a generar empleo, mientras que el Estado marca las reglas de juego. No como lo hace el Gobierno actual, que impone un alza salarial de forma demagógica y antitécnica, al puro estilo de los gobiernos socialistas, sistemas caducos que solo han empobrecido a su gente. En un Estado de libertad,  se trabaja en la  reducción de los aranceles e impuestos como política a largo plazo para transformar al Ecuador en un país más competitivo y productivo. Al despertar esa sana ambición se fomenta la inversión y, como consecuencia, crecen el empleo y el movimiento comercial.

En este contexto, lo prudente es reducir la nómina del gasto corriente de Estado obeso que mantenemos, para que la reducción de impuestos tenga un efecto positivo en la economía. Esta política debe ir acompañada de leyes laborales amigables que permitan la generación de empleos para todos. Lo triste es que en este Gobierno “vegano”, sin huevos, nadie se anima.  Prefieren ir a pedirle al Papa Francisco que rece por nosotros. ¿Será que las oraciones y plegarias llenan las alacenas de las casas ecuatorianas?