La prepotencia

Por: Rodrigo Contero Peñafiel

La omnipotencia es un poder que solo puede ostentar una divinidad, que como no tiene límites solo se lo atribuye a Dios, quien con sus poderes sobrenaturales lo sabe todo y está omnipresente simultáneamente en todo lado; puede hacer milagros porque está más allá de la lógica y la física. La omnipotencia divina ha sido motivo de debate a través del tiempo; como toda doctrina, tiene sus defensores y detractores, unos con fe y confianza en sí mismos y otros como una forma de vida que les pueda entregar réditos económicos y sociales.

La prepotencia es irreverente, suspicaz y de ideas delirantes. Busca imponer su poder o autoridad para provecho propio, característica de muchos tiranos y déspotas de regímenes absolutistas; se observa también estas actitudes en personas que ejercen cargos de elección popular o jueces corrompidos por canonjías personales que creen estar sobre la ley. Sentirse poderosos, dominantes y opresores les hace egocéntricos y arrogantes porque creen ser superiores a todos, sienten que el mundo gira alrededor de ellos, son irrespetuosos y atacan a los demás con desprecio; muchos políticos son un claro ejemplo de esta patología.

Una persona prepotente difícilmente llega a un acuerdo de integración por los diferentes puntos de vista que plantea y que considera perfectos. Los grupos políticos extremistas persisten en la ineficiencia, la corrupción y la maldad cuando se encuentran en el poder; cuando lo han perdido, hacen todo lo posible por recuperar el caudillaje ocultando sus errores y faltas cometidas. Hay que saber distinguir entre el orador político con estilo y verdad, y la persona paranoide con sentido clínico que necesita ayuda psicoterapéutica.

Cuando los grupos políticos manifiestan sus actitudes paranoides, estas apuntan a las acusaciones partidistas propias de una campaña política. Se consideran una fuerza impulsora importante; funcionan secretamente utilizando métodos arbitrarios y nefastos para no ser reconocidos. Su sensibilidad les hace ver lo que solo a ellos les conviene. Sus acusaciones son idealizadas y sus propuestas las únicas salvadoras. La política ha perdido todo rasgo de dignidad.