La metas de la vida

Gobernar un país es obra difícil, sobre todo porque hay ciertos personajes que a pesar de las malas experiencias del pasado se solazan de que no todo salga bien. No solamente pasa eso, sino que en una demostración de total irresponsabilidad  ideológica, varios de los que fueron opositores a tal o cual régimen, buscan instalarse en alguna institución, aparentando ser parte o creer en la línea política gobernante.

A esto se suman varios grupos de presión que terminan siendo incomprensibles porque nada les parece, todo está mal y no encuentran la conformidad a sus pedidos. Entre ellos están los sindicalistas, muchos de los cuales han vivido en esa posición de “defensa de sus sindicatos” y por tanto con muchas prebendas. También hay choferes de buses urbanos, cantonales y provinciales que se rasgan las vestiduras por los precios de los combustibles, que antes estaban subsidiados y permitían un inmisericorde contrabando.

Todos debemos poner el hombro, organizar con seriedad nuestras finanzas y sacar a luz lo mejor de cada uno para colaborar con la construcción de un país despedazado social y económicamente. En el primer mundo, como en los Estados Unidos, hay una máxima, que deja ver la tendencia de vida en esos lugares: “ one day, one dollar”, como una meta y objetivo de existencia, como si todo se circunscribiera a producir y hacer dinero, y entonces la gente se mentaliza sin más nortes que ganar plata.

Sí debemos producir, generar riqueza, pero debemos también disfrutar de lo ganado, pues es cuestión de metas. El dinero por sí mismo no debe ser el fin de la vida, sino un medio para subsistir con dignidad, para colaborar con los demás congéneres y para compartir lo que se logra. Si no, la vida se circunscribe al más burdo atesoramiento de bienes que muchas veces se quedan intactos.

Los seres humanos necesitamos bajarnos de los pedestales en los que nos hemos encumbrado y reconocernos con los demás como similares. De lo contrario, una profesión, un negocio, una fuente de ingresos solamente es un arma de dominación arribista que piensa de la manera más ególatra.

El país nos requiere solidarios, generosos y honestos en toda la dimensión que la vida tiene. Solamente así seremos un pueblo próspero y feliz.