La guerra y las guerras

El mundo tiembla, como en muchas ocasiones anteriores; la Guerra de Ucrania preocupa porque sus protagonistas directos e indirectos pertenecen al grupo de países que imponen sus reglas a la humanidad en lo político, en lo económico, en lo cultural. Todos anhelamos que la escalada no progrese ni por la cerrazón de unos ni por los intereses de otros y viceversa.

Sin embargo, el mundo ignora, y el hombre común sobre todo, que en este momento existen por lo menos 27 conflictos armados, todos ellos provocan muertes, destrucciones, éxodo de refugiados, hambrunas, crímenes variados; pero no significan perjuicios para los proyectos de las grandes potencias y de quienes las dirigen o se benefician de sus variados poderes.

La mayoría de esos conflictos se dan dentro de las fronteras de los respectivos países: grupos rebeldes contra ejércitos nacionales, separatistas contra unionistas, jihadistas contra quienes no lo son, etnias enfrentadas entre sí por el control de territorios o de recursos.

En Somalia los clanes están en guerra desde 1991 por el control del país, aun cuando dos regiones ya se separaron, Somalilandia y Puntlandia; en Etiopía estalló la guerra civil hace poco tiempo entre el gobierno central y la etnia tigriña que desea volver a controlar su territorio. Desde 2014 combaten en Yemen los chiitas contra el gobierno sunnita; en Myanmar las Fuerzas de Defensa Populares (es su nombre oficial) luchan contra la dictadura militar.

Las Naciones Unidas mantienen 12 misiones de paz, entre otros lugares en los Altos del Golán, Líbano, Sahara Occidental, Sudán, Mali, República Democrática del Congo, Pakistán, Kosovo… Cerca de 70.000 soldados de varios países cumplen allí misiones antibélicas, sin contar los civiles.

Las ONG especializadas calculan que en esas guerras han muerto en el año 2020 cerca de 125.000 personas, muchas de ellas no combatientes. Los refugiados en el extranjero superan los 25 millones; los desplazados dentro de sus respectivos países llegan a 50 millones.

Estas guerras marginales no tienen cabida en los grandes medios ni en las redes sociales.