La espada de Bolívar

En la posesión de la presidencia de la República de Colombia el electo, señor Petro, introdujo una variante en el protocolo acostumbrado: un desfile y posterior entronización de la espada de Simón Bolívar.

El rey de España no se puso de pies cuando esa vieja arma pasó delante de él. Este gesto ha desatado una tormenta entre los bolivarianos (en varios sentidos) de América y los izquierdistas de España: que si fue un desacato, que se debería guillotinar al rey (sic), que ofendió a todos los latinoamericanos…

Vale la pena detenerse unos minutos en este asunto, aunque no revista especial importancia. ¿Qué representa Bolívar para los españoles? El líder de un movimiento bélico que aniquiló su imperio y que en el proceso mandó cortar la cabeza a centenares de prisioneros por el delito de ser españoles y defender sus intereses.

En nuestro país se guarda un respeto reverencial por el Libertador, a pesar de lo que dijo de los ecuatorianos (quiteños en ese entonces): Hombres tan malvados como ingratos… yo creo que he dicho a usted antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos… los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son una misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guíe…”.

La gratitud por su ayuda en nuestra independencia ha podido más que la dignidad y el honor; y nos llamó “ingratos” a pesar de que nunca tramamos asesinarlo ni le prohibimos entrar al país, antes al contrario.

No se debe olvidar que el movimiento guerrillero y terrorista M-19, al cual perteneció Petro, usó la mencionada espada como un símbolo de la revolución violenta, de la toma del poder por la fuerza; por ello también representa los miles de víctimas de ese grupo sanguinario. El uso de la espada fue una clara referencia al triunfo de la extrema izquierda cuyas obras en el gobierno están por verse, con la esperanza de no lamentarnos por ellas.