La aldea 2.0

Lorena Ballesteros

Hace una década, Twitter se perfilaba como una red intelectual, académica, informativa… Se proyectaba como un espacio para compartir ideas políticas, económicas, medioambientales y generar debates elevados. Además, propiciaba el encuentro con periodistas, escritores, deportistas, artistas. Sin embargo, con el paso de los años, el debate ha dejado de ser elevado o respetuoso; en Twitter las opiniones son polarizadas, agresivas, ofensivas. Esto no solo ocurre en Ecuador; el mal es endémico. Recordemos que al propio Donald Trump se le cerró su cuenta por “incitar a la violencia” por medio de esta red.

Otro ejemplo, en mayo de 2021, la alcaldesa de Barcelona —la primera mujer en ocupar ese cargo—, se vio forzada a cerrar su cuenta de Twitter. Alegó que era muy fácil caer en discusiones con adversarios y que prefería estar en redes o espacios en los que primara la empatía y hubiese menos testosterona. Lo cierto es que ese episodio, sumado a lo ocurrido con Trump, dejó una pregunta: ¿es Twitter nocivo para las democracias? Según algunos especialistas, la red social, más que resquebrajar a las democracias, ha evidenciado su fragmentación, su desgaste. Es el espejo de una sociedad poco tolerante, que se empodera a través de un avatar y que, con 240 caracteres, hace creer a sus usuarios que pueden dominar al mundo. Un mensaje viral infla el pecho a quien lo escribe. Lo preocupante es que muchas veces se trata de mensajes ofensivos, sin escrúpulos. ¡Y sí, eso es lo que más pega en TW!

En nuestra aldea 2.0 los enfrentamientos ocurren a diario. Parece que TW está a la espera de su próxima víctima. Ayer fueron Sébastien Méliéres, Lolo Miño, Alegría Crespo, Luis Eduardo Vivanco, María Paz Jervis; hoy fue Alexandra Cárdenas y el círculo no termina. El odio es inagotable. Sin embargo, todo es efímero. Un día se odian, al día siguiente hacen treguas, después, quién sabe…

Es triste que caigamos en esta trampa; que desperdiciemos el tiempo en comentarios que no construyen, que peor aún, pueden destruir.

¿Saben qué es más triste aún? Que el Gobierno también caiga en la trampa. Parecería que las decisiones se toman según lo que ocurre en Twitter. Mientras tanto, sigue la delincuencia, la pobreza, la violencia de género, el desempleo… Quizás, para los asesores es más importante medir el rendimiento de los mensajes del Presidente, que lo que ocurre ante sus ojos. Parecería que la opinión de 200 mil o un millón de personas, que incluye trolls y odiadores a sueldo, es más decidora que otros indicadores.

Sí, definitivamente las democracias están resquebrajadas y no es culpa de Twitter, es responsabilidad de todos quienes integramos esta aldea 2.0 y hacemos parte de este juego macabro.