Kléber Mantilla Cisneros
Nicolás Maduro, el presidente impostor de Venezuela, adelanta la Navidad para el 1ro de octubre para justificar sus crímenes. Con un fraude monumental y todo, la dictadura sanguinaria recorre la complicidad latinoamericana; en Ecuador, hay cómplices tramando de las suyas. A los ‘robolucionarios’ los sorprenden por emitir catastros mineros falsos para sacar oro, plata y cobre al exterior y ocultar la realidad de la salida de la Base Militar de Manta. Los supuestos veedores del atraco venezolano son altas autoridades del correísmo que la Legislatura actual los proclama. Empero, un Tribunal Contencioso Electoral ordenó destituir la llamada Liga Azul, los apadrinados de Rafael Correa y de su abogado, del tal Consejo de Participación y suspendió sus derechos políticos por cuatro años.
Hasta hace unas semanas leíamos los trinos de Rafael Correa mintiendo que, en su gobierno, el país era el segundo más seguro de la región. Otra argucia cínica de la década del saqueo que pretende regresar. Más de 7 mil crímenes se habían ocultado para cambiar cifras y ocultar la expansión del narcotráfico que había entrado como Pedro a su casa durante su mandato. Otro trino desquiciado decía que pronto habría terrorismo y explotarían bombas por todas las ciudadas. Lo que sí, viene la verdad incómoda, y comenzaron, de pronto, los incendios a arder en las cercanías; al mismo tiempo, en varias provincias.
Uno de los históricos de la ‘robolucíon’ huyó a los Estados Unidos mientras, el capo de capos, hace su vida en Bélgica como si nada. Y, los gringos recién piden 19,5 años de cárcel para el contralor del correato, Carlos Pólit, por lavar al menos unos 16,5 millones de dólares. Pero, ¿qué pasaría si se descubrieran las cifras completas del gran atraco? ¿Si se dejara libre a Maduro y en las calles campante a Correa? ¿Si no se descubre quién mentalizó la muerte de Fernando Villavicencio? Nada. Nada.
El correísmo noboista de la actualidad es peligroso y aumenta. Nos llenan de paradojas e ironías y no perdonan a nadie. Los cargos públicos se infectaron a la máxima expresión sin opción de depuración. Las universidades y los hospitales son una muestra viva. Es verdad que la política es dinámica y que el Estado se miró como un barril sin fondo, pero alguien tiene que responder a las pruebas. Algo como demuestran los archivos de la computadora de Jorge Glas. Esa intención de dañar a Diana Salazar y echar abajo el caso Sobornos. ¡Qué alguien diga algo. ¡Por favor!