El Metro es nuestro

Kléber Mantilla Cisneros

La problemática del mundo moderno está guiada por el populismo y el vandalismo. Una forma de gobierno que pretende, tras un discurso demagógico, la supuesta igualdad social y la movilización popular en las calles. Incluso, a través de la destrucción total o parcial de la propiedad pública o privada. La noticia del daño inexplicable al Metro de Quito, con grafitis torpes y la sinrazón de afectar al patrimonio urbanistico más representativo, demuestra el estatus actual del pillaje y el quemeimportismo de una sociedad. Cambiar un gerente por inepto no resuelve la falta de contratos de mantenimiento de la gran obra; sin liderazgo, cualquier sistema de seguridad será violentado.

Todo ese espectáculo de vandalismo urbano en el transporte público clarifica la evolución de la política: de movimientos y partidos convertidos a Grupos de Delincuencia Organizada como sostiene la activista, Andrea González. Es que el ‘populismo vandálico’ puede confundirse con un acto de provocación y reclamo que, al final, se vuelve antagónico a los intereses nacionales. Una cosa es la lucha contra más impuestos, el despojo de tierras por la minería, el incremento de precios de combustibles y el rechazo a la expansión del narcotráfico, que cuentan con una base organizada y una representación colectiva respectiva; pero, otra, muy distinta, es la desestabilización del régimen tras la figura violenta del pensar de algún caudillo, o cacique local, que intenta pescar a río revuelto.

Recordemos la naturaleza de la mutación. Para la construcción y financiamiento del Metro de Quito, el correísmo populista utilizó luchas sociales ancestrales, cuestionamientos clasistas y demandas históricas; a veces hasta sediciosas, que arrinconaron a los poderes constituidos. Pese a los cambios de alcaldías, la demagogia populista diseñó y montó un sistema de endeudamiento y movilidad urbano corrupto. Algo inconmensurable e insoportable en la vida de los quiteños que pagan sus impuestos. Y, no es primera vez, los actos de vandalismo en las instalaciones del Metro, en plazas o parques.

La anunciada destrucción de la tribuna de la avenida Los Shyris y la estafa comprobada por la venta del Hotel Quito a un consorcio chino, son pruebas directas del ‘vandalismo populista’ en que cayó la capital de los ecuatorianos. Un correísmo de vándalos o cultura de pandillas que sigue instalado en algunos gobiernos seccionales y justifican la politiquería con motivos morales y estéticos. El vandalismo hay que abordarlo como una expresión de odio e intimidación a los ciudadanos: más aún, si se entiende que el Metro vandalizado o no sigue siendo parte de nuestra identidad.

[email protected]

@kleber_mantilla