Kléber Mantilla Cisneros
El descomunal fraude electoral de Venezuela (28-J) fotografía la basura dictatorial y represiva de una mafia de la peor laya; implantada allí hace 25 años, y amparada por la izquierda internacional. Nicolás Maduro, el sátrapa del oscurantismo chavista, perpetró lo que anticipó: ‘baño de sangre’; muertos, heridos y apresados. La persecución fratricida contra la valiente opositora María Corina Machado y el verdadero ganador, Edmundo González, según ya lo han comprobado. De ahí, las razones de la opinión pública mundial para reclamar por esa pantomima eleccionaria y la captura del tirano de marras, junto a sus compinches, por crímenes de lesa humanidad. Cada día que pasa, la báscula se aploma.
Insólitamente, todo tirano, opresor y corrupto tiene devotos encubridores de sus fechorías. Su camarada clon, Rafael Correa, lo felicitó y el comandante de la narcoguerrilla colombiana ‘Timochenko’ fue invitado observador del fraude; igual que Galo Chiriboga, fiscal correísta; Mónica Palacios, asambleísta de la siniestra ‘Robolución’; y el abogado del reo Jorge Glas, Eduardo Franco Loor. Todos granujas de la misma causa, con narrativas simultáneas del autoritarismo que utiliza la violencia política, al narcotráfico y el crimen organizado. Por allá, el cartel de los Soles y el Tren de Aragua; por acá, Sinaloa y Jalisco Nueva Generación con operadores de casa: Choneros, Los Lobos y el resto.
Un pueblo frustrado e indignado se vuelca a las calles y no se agota porque la voluntad de sus votos está violentada. Esa histórica traición del expresidente, Lenín Moreno, al ferviente correísmo permitió bifurcar caminos con Maduro; pero no tocó la narco-constitución de Montecristi que la sostenemos con instituciones licenciosas: un Consejo Electoral marca Atamaint enajenado y el fallido ente de Control y Participación Ciudadana. ¿Garantes de democracia? Absurdo. Pues, bajo esa técnica del apagón y el ataque cibernético, continuaron gobiernos incompetentes y codiciosos; nos hemos llenado de autoridades que actúan dentro del ecosistema y financiamiento narco. Cero seguridad a la vista.
Es que una narco-dictadura desprestigia políticos, empresarios y medios; acorrala rivales hasta aniquilarlos; acomoda ideas, constituciones y elecciones a sus intereses y engaña. Maduro representa la diáspora venezolana del siglo XXI que traslada masas empobrecidas por el mundo y recrudece la miseria de países vecinos. Ahora, la caricatura del correísmo rastrero se desentiende de su procedencia, pero sus crímenes retrógrados los condena y están ahí. Vivimos tiempos de incertidumbre y catatonia gubernamental, un estilo de esquizofrenia, que busca enmendar a punta de improvisación lo que ha dañado a todos y a todo. ¡No más sangre, por favor!