Juramento de abogada

Siempre quise ser abogada. Desde que me acuerdo, Derecho era la carrera que quería estudiar. En segundo grado de primaria consideré, en un momento de duda, ser periodista; me había vinculado al club de Periodismo de mi colegio y me confundí por poco tiempo. El requisito para entrar era estar en tercer grado, pero mi insistencia fue tanta que las profesoras cedieron. Además, conseguí una entrevista con el director de El Comercio, que era mi tío Santiago. También quería seguir a mi hermana, que estaba en 5.º grado y ya era parte del club de periodismo, pero ella no se atrevió a tanto. Me gané el puesto por esa capacidad de persuasión y me convencí de que lo mío era el Derecho.

Cuando era niña, disfrutaba mucho ir a la casa de mis tíos porque jugaba con mis primos, sobre todo con mi primo Santi —el niño más dulce y bueno que pudo existir en este mundo— con quien compartíamos aficiones como los insectos, los dinosaurios y todo tipo de dulces que nos proveía su abuelo; o finalmente él se resignaba a seguir mis instrucciones y jugar a las barbies. Pero uno de mis momentos favoritos de la visita era cuando yo corría al cuarto de mi tío, donde, sobre su edredón blanco impecable, reposaban periódicos de varios lugares del mundo (no sé cómo no se manchaba con la tinta esa hermosa decoración). Mi tío, que era en general bastante frío y distante, conmigo era particularmente afectuoso y me los compartía. Obviamente había un orden, un rito; él los leía y me los pasaba, explicando el origen y me pedía que con mi “media lengua” leyera los titulares. Me enseñó el arte de sostener el periódico físico, que yo perfeccioné con mi papá el resto de la vida (algo que ahora no existe en el imaginario de nuestros hijos). Yo alucinaba —y eso que eran periódicos del día anterior—. Ahora, cuando con un clic en tu celular tienes acceso a todos los periódicos del mundo, tengo muchos alumnos que no leen ni la prensa local. Pero también tengo otros que lo hacen; que leen no solo prensa, sino literatura y doctrina, que me exigen y me interpelan todos los días. Son ellos los que hacen que esta hermosa profesión sea tan gratificante.

Esta semana, en la UISEK, hemos tenido una larga jornada de defensas de tesis de estudiantes del pregrado y de estudiantes de posgrado. Con cada estudiante y con cada trabajo de titulación recuerdo por qué elegí estudiar Derecho. Lo haría mil veces más. Tengo el privilegio de tomar el juramento a tantos alumnos que, con lágrimas en sus ojos, prometen cumplir con los mandatos de la ley y con los principios de su universidad. Hay tantos profesionales del Derecho que han menospreciado la profesión y degradado la ciudadanía con sus pillerías y atropello a ley, que con frecuencia escuchamos que ser abogado es muy duro. Pero nuestra carrera es preciosa. Lo terrible son los valores sociales que nos rigen y eso se combate desde todos los espacios de la sociedad y por supuesto desde el ejercicio del Derecho también.

Hay días, como hoy, en los que pienso mucho en la responsabilidad que tengo al graduar nuevos profesionales del Derecho. Les pido a los estudiantes y a los colegas que no se miren reflejados en los escándalos políticos, aunque la mayoría de ellos sea protagonizada por profesionales del Derecho. Mírense, más bien, en cada uno de sus docentes que dignifican la profesión y que luchan por la justicia, pese al sistema y al contexto. Yo tengo la suerte de ver eso en colegas que inspiran todos los días y es lo que yo, como decana, puedo ofrecerles.