Juicio político

Paco Moncayo Gallegos

En el espíritu desestabilizador de la democracia que experimenta el país por varios años, la Asamblea Nacional ha aprobado un informe originado en una comisión especial, con gravísimas acusaciones contra el presidente Guillermo Lasso que deben ser investigadas de manera imparcial, pero severa.

El asambleísta Ricardo Vanegas ha denunciado que empresas creadas por ciudadanos albaneses estarían en manos de políticos y funcionarios, lo cual habría sido omitido intencionalmente por la mencionada comisión; en los mismos días, la fiscal general, Diana Salazar, solicitó el arresto domiciliario del expresidente Lenín Moreno por supuestos sobornos recibidos, para facilitar la adjudicación del proyecto hidroeléctrico Coca Codo Sinclair, a la empresa Sinohydro;  súmese a lo anterior los juicios y sentencias a políticos del gobierno de Rafael Correa que hoy pretenden ser víctimas de una persecución político – judicial; la presunta existencia de narcojueces, narcofiscales y narcogenerales,   y se podrá apreciar la magnitud de la descomposición moral a la que se ha llevado al Estado ecuatoriano.

Nada de esto es fortuito. Los orígenes de esta tragedia moral se encuentran en el proyecto político implantado a partir del año 2007, con una estructura neofascista de gobierno que concentró el poder en un movimiento político con pretensiones de permanencia indefinida en el control del Estado. Le metieron la mano a la Función Electoral para burlar sistemáticamente la voluntad popular; crearon el Consejo de Participación Ciudadana para evitar cualquier forma de fiscalización o control; se apoderaron de la Contraloría General del Estado con Carlos Pólit; le  metieron la mano a la Justicia con concursos amañados para asegurarse jueces sometidos a su movimiento; conformaron los directorios de las empresas estratégicas con miembros exclusivamente del círculo íntimo del presidente; degeneraron el sistema político y la democracia al permitir la proliferación demencial de partidos y movimientos políticos, que representan poco o nada; en definitiva, destruyeron los fundamentos del sistema democrático. Si no se cambia este sistema perverso, seguiremos sufriendo las mismas adversidades, con las nefastas consecuencias para el país.