Juan Valdano

Su nombre se hizo familiar cuando, al regreso a la democracia, creó la Subsecretaría de Cultura, de la mano del entonces ministro de Educación, Ernesto Albán Gómez. Luego, cuando la primera bienal de novela, obtuvo el segundo lugar con la novela Mientras llega el día, una decisión que, con los años, se vio que era completamente política, pues la intrascendente ganadora no ha logrado sobrevivir al arte.

De ser un intelectual, novelista y funcionario cultural, su figura pasó a ser más cercana: inicialmente fue mi profesor de análisis literario y literatura española, en mis primeros estudios universitarios, y posteriormente se transformó en un verdadero maestro, que tras una figura recia y estricta, se mostraba un ser humano afable y muy generoso; pero no con todos, pues la confianza que entregaba estaba ligada a una peculiar concepción de humanismo, el humor.

Juan Valdano era un ser humano muy divertido, bromista y mordaz. De ello pueden dar fe las colecciones de ensayos sobre las generaciones y la cultura del ecuatoriano, que junto a las reflexiones de Donoso Pareja, fueron los mejores libros sobre tradición, cultura, arte y política.

Pero su suma artística fue la novela y la narrativa en su totalidad. En la universidad, sus clases sobre novela latinoamericana eran de lo mejor que se podía escuchar, pues no solo eran una panorámica sino que reflexionaba sobre los procesos y movimientos artísticos y además realizaba una crítica desde la perspectiva del escritor que estaba sumido en su propia creación y visión del mundo.

Anillos de serpiente fue la primera novela policíaca escrita en el país, pero no la primera publicada, pues el proceso editorial de esta novela nos llevó mucho tiempo de aprendizaje del oficio, de su mano y visión. Allí, los jóvenes escritores y estudiantes nos formamos con el creador de la Ley del Libro y no dejamos que los impresores nos embaucaran con los precios de imprenta.

Con Juan Valdano aprendí lo que era hacer proyectos culturales cuando me invitó a ser su mano derecha en la Subsecretaría de Cultura, en su segundo período, y allí se dio cuenta que había mucho por hacer, pues desde su creación, nada había cambiado, y siempre repetía que quienes llegaban a esos puestos solo querían “medrar”.

Juan Valdano nunca medró de su condición. Le faltó tiempo para hacer más transformaciones y comprender la narrativa digital y electrónica, pues los nuevos medios le interesaban para la difusión del arte y la literatura.

Valdano a su edad no era apocalíptico, era Proteo y en cada libro podemos ver su adaptación al mundo y al arte, desde su perspectiva sólida de humanista.