Jiménez vs Arosemena

Salvatore Foti

Después de las protestas de junio,  la figura política de Francisco Jiménez ha venido agrandándose y posicionándose al interno del Ejecutivo y ante la opinión pública; parecería que pudiera ser inclusive uno de los mensajeros y promotores más influyentes para la consulta popular.

Jiménez supo capitalizar su rol y sus logros cuando se conformaron las mesas de diálogo, volviéndose la cara visible del gobierno; un trabajo para nada casual y más bien elaborado y pensado estratégicamente gracias a un valioso trabajo de equipo.

Pero, lo que muy pocos vieron fue que en las pasadas semanas estas ambiciones de protagonismo político se han de haber convertido en un dolor  de cabeza para Carondelet puesto que hubo una pugna entre Jiménez y otra figura visible y bien conocida del actual gobierno: el ministro de Economía, Pablo Arosemena. 

La diferencias entre los dos ministros se debió al anuncio, por parte del ministro de Gobierno, de que desde BanEcuador se iban a condonar deudas de hasta 10.000 dólares a las organizaciones campesinas; declaraciones desacertadas y peligrosas que obligaron al mismo Arosemena a salir al paso diciendo que esto no podía darse pues ponía en riesgo la estabilidad de BanEcuador.  Entre las dos carteras de estado jamás hubo cruce de palabras o acusaciones, pero también es cierto que la postura de Arosemena, al que le falta trabajar en equipo y madurez política, fue radical y jamás iba a dar paso a los ofrecimientos de Jiménez.

Esta pelea jamás publicitada y muy bien ocultada refleja indicios que valen la pena resaltar: el primero que tanto Jiménez como Arosemena son las figuras políticas, dentro del actual gobierno, con más peso y visibilidad ya que aspiran a ser los sucesores de Lasso, pero también que sigue faltando, en el plan comunicacional, un paraguas de argumentos y temas a tratar cuando los diferentes ministros dan declaraciones públicas.

Es inconcebible que cada quien haga y diga lo que quiera a los medios, afectando a la imagen del presidente. Por lo tanto, urge que alguien ponga orden antes que otros exabruptos se vuelvan más aparatosos y pongan en riesgo el triunfo del gobierno en la crucial consulta popular.