Inoportuno

Pablo Escandón Montenegro

Este 8 de marzo es diferente, por lo menos para mí. La semana anterior tuve una experiencia de interpretación y lectura de una novela que consideraba de humor caricaturesco, que tiene una estructura narrativa basada en informes castrenses, diálogos y notas periodísticas. De esta novela se hizo una película exitosa en América latina, que, a criterio de una de las participantes, ‘envejeció mal’, y denota un mal montaje y producción.

Partí de una consideración básica sobre la construcción del humor y qué es lo que provocaba risa en esa fórmula de creación de personajes y relación con un mundo serio o un mundo cómico, en donde los caracteres encajan o desencajan. Un ejemplo de ello son las series de televisión, que vueltas a ver con la distancia temporal, tendrían un “mal envejecimiento” como dijo una de las participantes.

Ahora esas series, como la película, y la novela, son canceladas. Sufren de esta cancelación desde una lectura y visionado contemporáneo, en las cuales las perspectivas de género se imponen a las lógicas gramaticales de la construcción cómica y del humor.

La obra mencionada y a la cual nos referimos es ‘Pantaleón y las visitadoras’, que a la luz de la lectura feminista tiene puntos temáticos y de tratamiento sobre minorías sexuales y de género que son inaceptables en este momento de la historia social, pues cosifica a la mujer, denigra al homosexual y vanagloria al macho.

Rotundamente, Vargas Llosa fue cancelado y su novela no fue calificada como de humor, ni en su estructura irónica o satírica por caricaturizar a la institución militar, mucho menos en la caricaturización de los personajes, que representaban acciones particulares de un mundo construido a semejanza de la realidad.

La lectura que hubo fue de denostar el tratamiento del autor hacia las ‘visitadoras’ y al desarrollo dramático de todos los caracteres femeninos, con lo cual, además de respetar las posturas, me pregunto: ¿la creación ficcional tiene que responder a las coyunturas temporales, tanto para la novela, películas y series de televisión, o debe pensarse en una propuesta artística que perdure y no hiera sensibilidades? ¿Hasta dónde debe llegar la soga del humor para que no se tense o se rompa frente a estas sensibilidades? ¿Debemos construir relatos metamórficos que satisfagan a todas las perspectivas de lectura o hacerlos asépticos?

Perdonen la impertinencia y lo inoportuno del día, pero si leemos con anteojeras, viviremos de la misma manera, sin aceptar que el arte nos hace humanos y es lo que más nos aparta de la propaganda y la manipulación.