Inoperancia extrema

Sacar la cédula, matricular un auto, pasar la Corpaire, averiguar sobre un crédito en el IESS, tener atención médica, renovar la licencia de conducción y otros trámites similares, son prácticamente imposibles en el Ecuador de 2022.

Hay anuncios, avisos, informaciones y hasta vídeos tutoriales creados por el propio Estado para saber cómo hacer estas diligencias y otras; pero, a la hora de la hora, o no hay especies, o no hay turnos o, en el mejor de los casos, las gestiones son tan engorrosas, tan mal dispuestas que si se logra una parte, nunca se termina en el tiempo previsto.

En la AMT, por ejemplo, para la revisión mecánica anual de un automotor, hay que tomar una cita vía internet, pero la página en la que se debe gestionar la misma, siempre indica que los turnos ya se han acabado y que intente en los próximos minutos, cosa que lleva horas, días y semanas y no se logra la tan ansiada cita. Con mucha suerte, a media noche y el primer día de cada mes, tal vez aparezca un mísero turno a la hora y en el día en que el sistema así lo decida.

Con cita en mano y dispuestos a soportar cualquier cantidad de tiempo entra el vehículo a la revisión. Hay que ponerse a orar; no vaya a ser que no se prenda alguna luz o algún detalle de los tantos que podrían descomponerse, justamente así sea.  En ese momento «marcará calavera” el dueño y tendrá que disponerse a regresar a los turnos virtuales.

Si sale aprobado y por mala suerte el vehículo es recién comprado, habrá que abandonar ese recinto y nuevamente en una cola de dos días obtener las improntas y nuevamente tomar otro turno imposible vía internet, para un día soñado acudir a una tercera dependencia y si todo, todito está en orden, incluidas las multas que se le ocurran al sistema, lograr la ansiada y “celestial” matrícula.

Renovar la licencia y —peor todavía—, sacar una cédula de ciudadanía, no tienen nombre. Hay casos de urgencias de muerte, de fuerzas mayores y no se logra el DNI. Pobre ser humano aquel que pierda sus documentos; se habrá quedado en la orfandad ciudadana. No habrá santo que logre ayudarle a salir de ese estado calamitoso que le impedirá todo trámite.

Lo anterior evidencia un país precario, con instituciones de fantasía, y no es dable que en el siglo XXI estos vicios y circunstancias que a la postre son minucias terminen sometiendo la existencia de los ecuatorianos a desafíos descomunales como si se jugara la propia vida en estos actos. Dios nos libre de un trámite mayor; ahí sí, aun teniendo la razón, habrá  que rendirse al descontrol, a la aberrante burocracia y, en ocasiones, abandonar el trámite antes de iniciar cualquier acción.