Industria o artesanía

En la imprenta de mi tía, que sigue funcionando desde 1978 en el mismo edificio, existe un grabado alemán donde se ve la forma cómo inició el oficio del impresor: con la prensa y los tipos móviles guardados en una caja, que aún se conserva en la imprenta de mi tía.

Las facturas y los recibos se armaban con esas letras y espacios en metal, y luego se levantaban los textos en las máquinas eléctricas con esas bolas donde estaban todas las letras y para cambiar de tipo de letra, solo había que cambiar de esfera. Luego llegaron las primeras computadoras para el diseño, pero la offset siempre ha seguido imprimiendo a uno, a dos y a cuatro colores para los formatos que piden los clientes.

Para mi familia ese trabajo aún es de artesano, y como tal se calificaron ella y mi tío. Como imprenta pequeña, son artesanos, que no han industrializado el proceso de producción, a pesar de que usen computadores y hagan impresiones a laser, para luego reproducirlas en la offset.

De la misma manera, las editoriales siguen siendo esfuerzos artesanales, pues no existe una verdadera industria que edite grandes tirajes, que sea potencia en el mercado y que haga que los autores sean reconocidos por fuera de la ciudad. Y no hablamos de la calidad de lo que se publica sino de cómo funciona el mercado y sus dinámicas de promoción.

Si bien se publica en el país, nada de lo que editamos o publicamos tiene incidencia en las ferias internacionales. No existe una política nacional ni una formación técnica en este sentido, pues aún se sigue pensando que ser editor es igual a ser periodista o comunicador. Completamente errado. Necesitamos escuelas y carreras de formación de libreros y editores, no de críticos literarios que jueguen a editar a sus amigos, o de escritores que nos autopublicamos.

¿Por qué se fueron las editoriales internacionales? ¿Por qué las editoriales locales no trascienden? ¿Por qué los medios impresos quiebran? Porque no se piensa al sector como industria.