Imagen nacional

Espeluznantes, por decir lo menos, las cuatro masacres acontecidas en lo que va del año, en centros de privación de libertad.

No puede hablarse de esos lugares como de reinserción social si en una de aquellas arremetidas del crimen organizado fallecieron más de cien personas y, en la última, de hace pocos días, el saldo, según datos oficiales, asciende a 62 muertos y 25 heridos. Escenas  pavorosas se filtraron, efectuadas por desalmados que emplearon hasta fusiles y granadas: decapitaron y quemaron varios cadáveres, lo que demuestra la sevicia utilizada y que recuerda escenas igualmente pavorosas que no son extrañas en países como México donde la violencia, el narcotráfico y la corrupción han alcanzado niveles de increíble penetración en altos estamentos.

Estos nada recomendables episodios demuestran una realidad que no se puede ocultar y que proviene de varios años atrás, especialmente de aquellos en que proliferaron redes narcodelictivas debido a sectaria y repudiable politiquería que está pasando factura muy onerosa a nuestro país. Casi a diario, las fuerzas del orden capturan toneladas de droga. ¿Qué cantidades no son descubiertas?  Obliga meditar sobre el radar instalado en Montecristi para el control de avionetas que llegan y salen clandestinamente, al que al poco tiempo de instalado se inutilizó.

A lo anotado, se suman realidades de proyección negativa, como un ex presidente de la República prófugo, un vicepresidente tras las rejas, ex altas autoridades moviéndose por los tejados, activistas consuetudinarios del caos, y tantas y tantas evidencias de un país en descomposición, cuya imagen es necesario reconstruir, urgentemente, con honestidad, capacidad  y sentido de Patria. En estos emprendimientos, el actual mandatario y sus colaboradores, que se encuentran pocos meses en el poder, requieren comprensión y solidaridad.