Cuento con preguntas

Había una vez dos familias vecinas; la una comenzó a reclamar tierras de la otra, a pesar de que no tenía derecho. Pasaron años en esta enojosa situación, agravada por la ocupación sistemática de las tierras más alejadas. Uno de los administradores de la familia víctima, no se sabe por qué, entregó parte de esas tierras a una tercera, la cual las traspasó a la reclamona, agravando la situación de la “generosa”. En un momento dado, aprovechando la pobreza y crisis de la familia víctima, la reclamona se metió a la fuerza en sus tierras; varias familias amigas intervinieron para que dejen de pelear, y la perjudicada firmó un acuerdo bajo amenaza; con ello renunció a parte de su patrimonio.

Años más tarde uno de los miembros de la familia invasora se hizo famoso, escribía bien, hablaba bonito… Y en varias ocasiones habló mal de la familia invadida, no solo a sus familiares sino al que quisiera oírle.

Como no hay mal que dure cien años y no hay cuerpo que lo aguante, en un momento dado las dos familias se reconciliaron, sin cambiar el dominio de las tierras y comenzaron a colaborar por el bien de todos.

Pero unos años más tarde, tampoco se sabe bien por qué, el representante de la familia víctima decidió dar un premio al intelectual que hablaba bonito, el de la familia ganadora, con olvido de sus frases hirientes pronunciadas en varias ocasiones. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Preguntas para la casa: ¿Tienen los viejitos de la familia víctima razón para enojarse por lo que consideran una claudicación inexplicable de la propia dignidad? ¿El hecho de ya no pelear avala el olvido de las ofensas a la propia familia?