Hoy o nunca por la paz

Alfonso Espín Mosquera

Este feriado ha sido distinto a los de otros años. Las carreteras a las playas de Esmeraldas, que son las más cercanas a la provincia de Pichincha, estaban vacías. La gente, a pesar de haber llegado a las poblaciones cercanas de la capital estaba  intranquila. Ciertamente hay un clima de falsa calma en el país y no puede ser de otra manera, una vez que en Guayaquil y Durán se registraron el martes, en la madrugada, más de diez atentados y asesinatos. No es extraño ya el enterarnos de extorsiones y vacunas a ciertos establecimientos en las ciudades del Ecuador.

Las mafias del narcotráfico amenazan al gobierno para conseguir sus fines en los centros de reclusión y en sus gestiones delictivas; pero, por primera vez apareció el presidente de la República con una nueva actitud, adjudicándose la responsabilidad de comandar la defensa de los ciudadanos. De hecho, se decretó el estado excepción para Guayas y Esmeraldas, y el toque de queda a partir de las 21h00 hasta las 5h00.

Ciertamente en la “década ganada” no se sentía nada porque tampoco se combatía a los grupos narcodelictivos, que pasaron desapercibidos y a sus anchas; dedicados a sus negocios con tranquilidad porque altos funcionarios públicos y aun miembros del cuerpo policial resultaron estar involucrados con ellos y por tanto favoreciendo al crimen organizado.

Guillermo Lasso tiene todavía tiempo en su mandato para reivindicarse y emprender una verdadera lucha en contra de estas organizaciones delictivas de tal manera que se terminen definitivamente de la faz del país y podamos conseguir la paz tan ansiada para la ciudadanía.

Es preciso enfrentar con entereza y especializar a las fuerzas del orden para combatir y erradicar el narcoterrorismo. Es preciso reingenierizar la labor de las Fuerzas Armadas y depurar las cabezas y miembros del cuerpo policial; pero es fundamental también que las fuerzas políticas, que ahora son oposición y ya han causado suficiente daño en los dos gobiernos anteriores, hagan un alto en sus maledicencias e intereses particulares, en pos de retornarle a Correa, y no se cuelguen de pretextos, por ejemplo de volverse defensores de los derechos humanos, cuando los ciudadanos comunes los hemos perdido hace tiempo ya, una vez que la violencia se ha tomado el país.

Nuestra niñez y juventud no puede ser vulnerada, pues estos grupos toman niños para enviciarlos e instruirlos y darles poder con armas para el sicariato y más delitos, que en estos días se han vuelto el pan del día. Gran parte de los crímenes y muertes son cometidos por menores de edad.

Es hora, al margen de cualquier bando político, de juntar esfuerzos para legislar y acompañar las labores policiales y militares, de tal forma que el combate a la violencia y el crimen organizado vaya desde todos los frentes y entonces alcancemos la ansiada paz.