Hay que pararles el carro

Alfonso Espín Mosquera

En medio del caos que supone el momento político que vivimos en el Ecuador, hay un sentimiento de gozo cuando pensamos en esos sujetos, los exasambleístas, que ya no pintan nada y que perdieron sus cargos, asesores, su prepotencia y se fueron a las casas, sin pena ni gloria; más bien, después de haber asaltado las arcas fiscales porque cobraron todo el tiempo que estuvieron en funciones, sin dejar ninguna huella, trabajo o seña de haber hecho algo en bien de los ecuatorianos.

¿Cómo no nos vamos a alegrar de que ese asambleísta social cristiano haya quedado cesado, después de esa intervención grotesca, en la que declaraba burlándose de tantos millones de ecuatorianos que su sueldo de casi cinco mil dólares no le alcanza, sino para una semana, porque solamente recibe en efectivo 3300 dólares, cuando una inmensa mayoría labora más de cuarenta horas semanales, sin inmunidad ni prebendas por el sueldo básico —y eso los que tienen trabajo porque los demás o están en la informalidad o en el desempleo—? Ahora sí ya no tendrá ni para los únicos ocho días del mes. Pobre hombre, ¿qué será de él?.

Ese nido de víboras que representaba todo lo que no debe ser un parlamento, ya no existe. Esa Asamblea con el 4% de aceptación ciudadana, hoy con menos, protagonizaba a diario los shows más vergonzosos y desdecía toda condición ideológica, pues lo inimaginable era cierto en una suerte de pactos burdos y  vergonzosos entre seguidores que se llamaban de izquierda con los que se dicen de derecha, suprimiendo así toda posibilidad de principios ideológicos.

Bendito Dios, ya no les vamos a ver. Ojalá decidan trabajar en algo, pero lejos del Palacio Legislativo y bueno fuera en otras latitudes, porque aquí no son necesarios, solamente son causa de repudio; sin embargo, varias y claves instituciones del Estado, que están cooptadas por politiqueros similares a los mencionados, que no tienen ningún principio, ni valores, ni conocen la moral pública ni la ética, cuanto estar prestos a dar el zarpazo para manipular los hechos, los votos, las circunstancias en bien de los mezquinos intereses de quienes les tienen comprados a cambio de poder y seguro de bienes monetarios, siguen en funciones.

Ya están apareciendo candidatos. Siempre hay quienes se prestan sin ningún reparo. Lo malo es que son los indeseables, los que han hecho de la política una forma de vida para lucrar y enriquecerse a como dé lugar, aunque  eso suponga el robo de los recursos para los más necesitados, la imposibilidad de medicinas para los enfermos o el incremento de la desnutrición de miles de niños en condiciones de pobreza.

Hoy, los ciudadanos de bien, los que no estamos vinculados al correísmo ni estamos interesados en el gobierno de Lasso, ni en el de turno, debemos organizarnos, juntarnos y levantar nuestra voz en las calles, entre nuestros vecinos, amigos, colegas, conciudadanos, para presionar por la transparencia en las urnas, para que no aparezcan los muertos a las mesas electorales y así se suspendan las inconsistencias miserables que han hecho de la democracia, una carta de vergüenza, un juego ridículo, una broma de mal gusto.

Hay que identificar bien a los actores que aparezcan como candidatos, pero también hay que abrir los ojos a sus entornos, porque ahí asomarán los actuales desempleados de la Asamblea, con sus asesores y compinches, para ver la manera y el sitio de otra vez hacerse de poder y dinero, de jugarnos sucio, cual ha sido su costumbre de siempre.

Si hoy no estamos despiertos, los politiqueros nos han de vender sin entregar el vuelto.