Hablemos de virtudes

En su origen la palabra “virtud” se relacionaba con la valentía, la capacidad de enfrentar peligros “como hombre”, pues proviene del latín “vir”, varón, como “viril”. Maquiavelo en alguno de sus escritos todavía lo usó en ese sentido, con cierta ambigüedad. Pero ya los romanos hablaban de otras virtudes básicas para la formación de la personalidad integral del ciudadano: “pietas – piedad”, “simplicitas – sencillez”, “gravitas – ponderación”. Y se llaman “virtudes” porque así como la valentía exige vencer el miedo y el deseo de proteger la propia seguridad, las otras también imponen victorias sobre tendencias naturalísimas del ser humano.

La piedad consiste en rendir el respeto y el sometimiento debidos a la Divinidad, a los padres y a las autoridades; para ello debemos vencer nuestro orgullo y el deseo de ser reconocidos como el centro del mundo. La sencillez es la capacidad de ver las cosas como son, sin dejarse llevar por subjetivismos o complicaciones egoístas. La ponderación conduce a actuar con responsabilidad, dando a las propias obligaciones el peso que realmente tienen, sin caer ni en la sobrevaloración ni en el descuido.

En los sistemas educativos actuales se ha desterrado el uso del término “virtudes”, tal vez por la repugnancia que en los bienpensantes causa su vinculación con las sacristías y los sermones; por eso se lo ha reemplazado con “valores”, más aséptico y laico, pero que tiene connotaciones distintas. Pareciera que las virtudes se forjan dentro de la persona, mientras los valores pueden ser externos a ella. En un excelente trabajo de Gustavo Villapalos y Alfonso López Quintás, El libro de los valores  (2005) se presentan los siguientes: solidaridad, autenticidad, fidelidad, bondad, agradecimiento, responsabilidad, libertad, amistad, belleza, paz, laboriosidad, justicia. Algunos de ellos no se catalogan como virtudes.

Dentro de pocos días comenzarán las clases, miles de niños y adolescentes regresarán a sus estudios, deseamos que sus maestros no solo les ayuden a formar su inteligencia, sino también su voluntad y su afectividad.