Hablemos de lo fundamental: DCI

A partir de hoy he decidido postergar por unas semanas aquellos temas sobre los cuales me gusta reflexionar en este espacio. Esos temas van desde las preocupaciones cotidianas, reflexión de la coyuntura política nacional y desde luego la mirada a lo internacional. Este fin de semana, por ejemplo, pasé pendiente de la posesión del nuevo presidente de Colombia Gustavo Petro y tenía toda la voluntad de analizarlo en esta columna.

Pero el sábado en la mañana, Berenice Cordero una de las personas más comprometidas con la infancia, adolescencia y en general con el trabajo por la igualdad en nuestro país, tuvo la generosidad de compartir conmigo algunos documentos de investigación y trabajos que está preparando para Fundación Esquel y de otras organizaciones sobre la dramática situación de nuestra niñez y adolescencia; información sobre la Desnutrición Crónica Infantil, por sus siglas DCI.

Lo pongo en mayúsculas porque de acuerdo al glosario de términos de la UNICEF, la DCI consiste en “estado patológico resultante de una dieta deficiente en uno o varios nutrientes esenciales o de una mala asimilación de los alimentos”. Y en el Ecuador, este se ha convertido en uno de los problemas más profundos: la desnutrición infantil. La encuesta nacional de salud y nutrición — ENSANUT, elaborada por el gobierno nacional en 2018 revela que la DCI afecta al 23 % de niños y niñas menores de 5 años y al 27 % de niñas y niños menores de 2 años—.

¿Por qué de repente la DCI se ha convertido en un tema recurrente de las campañas políticas y en el análisis político? Al menos pienso en dos razones; la primera es que una ciudadanía mal alimentada, con hambre y desnutrida es una sociedad condenada al subdesarrollo y a la pobreza. El documento realizado por Cordero, hace una revisión importante sobre desnutrición infantil y afirma que durante los dos primeros años de vida los seres humanos nos desarrollamos con mayor rapidez que en cualquier otro momento de nuestras vidas, salvo durante la gestación. Y la segunda razón potente es que, durante la pandemia sufrida desde marzo de 2020, todos los indicadores sociales han sufrido deterioro. En otras palabras, los pobres son más pobres y eso implica que la desnutrición infantil también se ha incrementado, aunque no conozcamos esos datos.

Por eso es que la DCI es, mandatoriamente, el tema que debe comprometer el debate político y público nacional.