Guerra de memes

Un meme puede ser devastador en contra de alguien, si logra sobredimensionar un error, desliz, frase imprecisa o actuación deslucida en algún momento de la campaña o antes de ella. En tiempo de elecciones, no hay frontera entre lo íntimo, privado y público. Nadie se salva. Al igual que en la guerra, acá aplica el “todo vale”. En la red se registra hasta lo más insignificante y hay un batallón de “caza errores” que están atentos para guardar fotografías, comentarios y videos, y sacarlos a la opinión pública en momentos inimaginables. En muchas ocasiones, la información se puede descontextualizar y también manipular. Basta ver el cambio que han tenido los candidatos y candidatas sobre diversos temas a lo largo del tiempo.

Sin embargo y para no asumir medidas extremistas, los memes también son fuente de humor y esclarecimiento. Es decir, tienen los dos lados de la moneda. En muchas ocasiones, la creatividad de sus autores nos ubica en la realidad de manera rápida y sin tanta teoría por medio. Bajo esta base, hacer un meme no es tarea sencilla, al contrario, puede ser un proceso tan delicado como preparar una bomba con todos los elementos del caso: sorpresa, onda expansiva, incalculables daños y efectos de viralización en el mundo de las redes sociales.

Nadie está vacunado contra los memes. Por ejemplo, el profesor que imparte una clase es capturado por la cámara del celular de un estudiante, quien rápidamente y con el uso de varias aplicaciones, lo transforma y populariza en la comunidad académica. Inmediatamente, el coro de risas invade el aula (presencial o virtual) y el momento de aprendizaje se convierte en un circo. Lo propio y en mayor escala sucede con la política.

El político que tiene una nariz larga aparece con la de Pinocho, el que está pasado de libras es convertido en una boya y quien es pequeño compite con los Pitufos. No obstante, en la actualidad hay una variante, los políticos juegan a ser los protagonistas de sus propios memes que son creados por sus equipos. Hay que adelantarse a la jugada. Entonces, inteligencia y contrainteligencia en las redes es ya una estrategia inevitable.

César Ulloa