Los monstruos del ARCSA

Gonzalo Ordóñez

Deposita la carne de res en la piedra de lavar, está oscura y huele feo pero el jabón de ropa le devuelve el color. “Bien condimentada y frita ni se dan cuenta”.

Por el tamaño del basurero ubicado sobre el mesón de la cocina, el cachorro muerto queda a la altura del rostro, seguro que huele a perro muerto pero mezclado con la basura no se distingue. “Luego boto la basura, todavía no acabo de preparar la comida y ya mismo llega la gente”.

Imaginaba estas escenas mientras leía diferentes publicaciones que describían, los hallazgos de la Agencia de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) en Cuenca y Cayambe. En varias ciudades del país se describen situaciones similares que parecen preparadas para una película de horror, con asesinos seriales de un pueblo rural, burdos, insensibilizados y bastardos preparando la comida con los restos de sus víctimas.

¿Cómo pueden trabajar en esas condiciones? ¿Cómo pueden vivir así?

El Holocausto nazi demostró que las personas pueden sobrevivir en condiciones inhumanas, nos acostumbramos a cualquier cosa. El psicólogo social Philip Zimbardo explica, desde la psicología situacional que, aunque creemos que nuestras acciones están dirigidas por nuestra voluntad en realidad actuamos conforme a la situación, de la misma manera que si reúnes dinero para llevar a tu novia a un restaurante de lujo, te comportas como si fueras el hijo de James Bond, casi que pides un Martini “agitado, no revuelto”.

Así como podemos comportarnos de lo más lindo por la situación, también transformarnos en monstruos, es como un interruptor moral que puede apagarse, como les ocurre a las personas que descubrió el Arcsa, transformados en monstruos.

Cualquier persona, sin importar sus valores, el amor que le dieron sus padres, su religión o personalidad puede cometer atrocidades inimaginables, si es que existen las condiciones para su deshumanización. Aunque la señora que lava la carne, en una piedra de lavar, no tiene justificación, al menos los consumidores, advertidos por el Arcsa podemos tomar la decisión libre de no acudir al local.

Penosamente no tenemos la misma oportunidad con la política, cuando los medios señalan las responsabilidades de los grupos políticos y el riesgo social y humano de continuar apoyándolos, sus miembros y partidarios reafirman su sentido de pertenencia, aunque piensan que lo hacen por decisión propia en realidad es un efecto de la situación de grupo: como un vampiro que se chupa la capacidad de tomar decisiones individuales y libres.

Un buen ejemplo son los asambleístas que buscan la cabeza de la ministra del Interior, Mónica Palencia, creen que hacen lo correcto (salvo los que tienen intereses criminales), no pueden ver las consecuencias de sus actos, porque la situación les apaga moralmente.