Glas libre

Rodrigo Santillán Peralbo

Desde hace mucho tiempo, la justicia ecuatoriana ha sido cuestionada por sectores judiciales, periodísticos y diversas organizaciones de la sociedad civil que han expresado inconformidad y severas críticas por sus fallos y resoluciones en los casos de alguna trascendencia.

Hoy, no cesan los cuestionamientos por la libertad otorgada al exvicepresidente J. Glas, por un juez de la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. Glas fue condenado por corrupción en diciembre del año 2017, por su participación en millonarios sobornos practicados por la compañía brasileña Odebrecht.

Según acusaciones, Glas habría recibido una suma cercana a los ocho millones de dólares que, al final, no han sido devueltos, ni siquiera un centavo.  Así la vida de los corruptos es un gran negocio, pues a veces caen presos por cortas temporadas, salen en libertad y a vivir a plenitud con todo lo robado al pueblo, mientras otros gozan de las riquezas mal habidas en Estados Unidos o en alguna otra parte del mundo.

En el caso Glas, el castigo más severo es que no puede salir del país, al tiempo que deberá presentarse una vez por semana en una cárcel de Guayaquil. Siempre tendrá la oportunidad de declararse inocente y de que es víctima de odio y persecución política, tal como su jefe que vive en Bélgica, mientras la justicia se alza de hombros.

El exvicepresidente domina el arte de la burla, porque sabe que siempre podrá manipular a ciertos jueces corruptos que son capaces de declarar nulos los procesos por peculado, por ejemplo, así como asegurar que debe ser un hombre libre a pesar de otras sentencias o argumentar que ya cumplió el 40% de su condena unificada, que no ha sido declarada por ningún juez o tribunal. La mofa persiste y el pueblo vive en pobreza y en el infortunio.