Fútbol y dignidad

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Carlos Freile

El árbitro traza la línea detrás de la cual debe estar la pelota para lanzar un tiro libre; Messi la pone sobre la línea; el árbitro, en lugar de hacerle retroceder, traza una nueva línea un poco más adelante. El árbitro, renuncia a su autoridad de manera acomplejada y claudica en su dignidad. Recuérdese que el mismo jugador en un partido de la Liga española adelantó la pelota nueve metros para lanzar un tiro libre, y el árbitro también claudicó. Indignos.

El jugador ecuatoriano Enner Valencia sufre varios golpes arteros en tres partidos; los respectivos árbitros se desentienden de castigar a los agresores, quienes dejan al jugador muy disminuido, posiblemente obedecen a insinuaciones subterráneas. No cumplen con su deber de dirigir el juego con imparcialidad. Solamente imaginemos que hubiese sucedido si el agredido hubiese sido el jugador argentino que todos conocemos. Indignos.

Esos mismo árbitros (incluidos los del VAR) toman decisiones raras, siempre en perjuicio de nuestro equipo, en los tres partidos. El aficionado puede comparar esas actitudes con otras diferentes en situaciones similares en partidos jugados por selecciones extranjeras. Indignos.

Los dirigentes de nuestro fútbol no han elevado ninguna protesta, o por lo menos consultas serias, por el trato infligido a Enner Valencia, no han defendido con entereza a nuestro jugador, como era su elemental deber; al menos no se ha sabido (si me equivoco, pido disculpas desde ahora). Indignos.

A nuestros jugadores no les disminuyo su dignidad, pero sí me atrevo a recordarles el deber de dejar en la cancha “hasta la última gota de sangre” para llevar el buen nombre del Ecuador a lo más alto, por eso les digo que nunca deben olvidar la arenga de Olmedo:

“Acometed, que siempre/ de quien se atreve más el triunfo ha sido;/ quien no espera vencer, ya está vencido”. Dignos.