Fuerzas divisorias

Nuestro mundo se mueve entre mil fuerzas divisorias, que nos dejan sin espíritu humano. Urge, por tanto, ganar confianza entre semejantes, con una disposición de benevolencia entre sí. No podemos continuar con esta fuerte crisis de humanidad que nos separa unos de otros. Es importante reaccionar frente al aluvión de pobrezas, violencias y violaciones de los derechos humanos, y así renacer armónicamente, hermanados por el bien colectivo. Hoy por hoy, faltan liderazgos coherentes, que incorporen en sus acciones a los más débiles y que respeten los diversos pensamientos.

            Por eso, si importante fue en su tiempo, que la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1997 diese vida a ese cultivo de sosiego entre análogos, basado en un conjunto de valores, actitudes y conductas que rechazan la violencia y procuran prevenir los conflictos, ahora es vital, llevar a buen término ese vinculo que nos hermana solidariamente y nos hace sentirnos más libres. Es necesario erradicar las fuerzas contrarias que nos matan por dentro y por fuera. Nuestra propia realización humana únicamente se entiende haciendo familia, reconstruyendo espacios de amistad. Esto puede hacerse alrededor de los diversos sistemas alimentarios. Está visto que la comida junta hogares, colectividades y civilizaciones.

Infaustamente, hace tiempo que la ciudadanía camina desolada. Esta combinación de alta incertidumbre y de falsedad permanente hace que la gente caiga en la tristeza más profunda, con multitud de trastornos mentales, hasta el extremo de que la Organización Mundial de la Salud contempla la prevención del suicidio como una prioridad de salud pública.

Tenemos que poner límites, por consiguiente, a estas fuerzas divisorias que nos impiden un desarrollo integral. Será buen comienzo para el cambio poner más corazón por los caminos de la vida, al menos para cultivar los lazos de la franqueza. Siempre es saludable fomentar el sentido de cepa, para reunir las mejores ideas y ponerlas en práctica, bajo una visión común y de servicio para todas las gentes, sin exclusión alguna. El amor puede hacernos madurar, abrirnos hacia esa creación que a todos nos pertenece por igual.

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