Fiscal ad hoc

Hasta finales del siglo pasado, teníamos relativa confianza en el sistema judicial. En este primer cuarto del XXI, se ven muchas cosas que muestran que no vamos por el camino correcto, y surge la duda de si la democracia funciona como dice la teoría.

El país es mudo testigo del accionar politizado del sistema, errores procesales notorios y burdos que la gente contempla pasmada e indignada por las decisiones que se toman en nombre de la justicia.

Independientemente de las convicciones que se tenga, las acciones de la fiscal y de algunos jueces se ven pesadamente politizadas y erróneas, como solventes profesionales del Derecho y catedráticos lo expresaron didácticamente en diferentes medios de comunicación, refiriéndose al caso del Defensor del Pueblo.

La fiscal es producto de una jugada política y mediática, y de sugerencias de una embajada extranjera, algo muy lamentable para el deterioro del sistema democrático y legal, lo ratifica el criterio emitido por el ex magistrado del CIDH y hoy Relator Especial en la ONU, que determina “indebida utilización del aparato de administración de justicia”  y un “ proceso que no contó con las garantías básicas de un juicio justo”, sobre el caso conocido como “sobornos”, evidenciando una acción política, pero no legal y menos aun justiciera.

El país, en vez de mejorar en el ejercicio de los derechos y la implantación de una verdadera justicia, se ha desplomado en este cuarto de siglo. Esto obedece en parte a la proliferación de abogados de todo calibre, gracias a una deficiente y comercializada enseñanza universitaria, que por suerte no es toda la Academia.

Ningún ecuatoriano está seguro de tener el amparo del sistema legal del país. En cualquier  momento pueden involucrarlo en una red persecutoria que estructure venganzas. Los honestos están en la indefensión.

¿Queda un mínimo de posibilidades de que algún día este suelo alcance la armonía y la justicia de verdad? Como periodistas estamos obligados a buscar la verdad, encontrarla y decirla con contundencia pese a todo, aunque vaya en contra de nuestras creencias. No es posible aceptar tanta tramoya y convertirse en cómplice.