¿Existe todavía espacio para el fascismo en Italia?

Ugo Stornaiolo

La imagen era simbólica. Todos unidos para el cierre de la campaña electoral en Roma: Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni, figuras emblemáticas de la llamada ultraderecha italiana. Berlusconi y Salvini (que se detestan) y tienen cuentas con el pasado. La amistad del ‘capitano’ con Putin y los dislates de Berlusconi sobre el mandatario ruso y sus escándalos sexuales. Estaban juntos.

Mientras en Latinoamérica resurge el populismo de izquierda (Petro y Lula), en Italia ni la izquierda ni el populismo contuvieron el avance de la derecha y el centro está en crisis. Ni los neocomunistas, los centristas Letta o Renzi o los populistas de 5 Estrellas (con algunos éxitos en el sur del país) pudieron contra la poderosa alianza de Frattelli (hermanos) d’Italia, la Liga del Norte y Forza (Fuerza) Italia.

Una victoria que puso a Giorgia Meloni a organizar gobierno para reemplazar al euro tecnócrata Mario Draghi, con un rol por definir del radical y antiinmigración Matteo Salvini y el futuro del país de la bota en la Unión Europea (UE). En Suecia, hace poco, la ultraderecha fue la segunda fuerza más votada y antes del verano Marine Le Pen perdió la presidencia de Francia, pero captó mucha presencia en la Asamblea. Meloni ofreció, tras su triunfo, “gobernar para todos los italianos” sin dar tranquilidad a los líderes de la UE en Bruselas.

Entre quienes la felicitaron estaban el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, Marine Le Pen, Santiago Abascal (líder del derechista partido español Vox), el presidente húngaro Viktor Orbán y el líder opositor chileno José Antonio Kast. En esta ronda de congratulaciones solo faltaba Donald Trump.

Italia está en manos de los que odian el antifascismo, que dicen ser una derecha “presentable”, mientras el centro y la izquierda no lograron unirse. Para los académicos Federico Finchelstein y Andrea Mammone “cien años después de la Marcha sobre Roma, los neofascistas van a liderar su nación como fuerza principal de una coalición electoral con un manifiesto que pretende promover y defender las raíces e identidades históricas de una Europa judeocristiana”.

Agregan que, siendo el populismo un término debatido, el partido de Meloni “muestra claros rasgos populistas, especialmente a nivel de comunicación y en referencia al culto al líder, un presidencialismo que limita el poder del parlamento y un fuerte antagonismo contra las élites consideradas enemigas del pueblo”. Pero ¿puede llamarse eso fascismo, en pleno siglo XXI?