¿Esto es lo que quería, presidente Lasso?

Ugo Stornaiolo

Pasó más de diez años preparándose para gobernar. Organizó una agrupación política, CREO, y le dio estructura. Tuvo una fundación que, se pensaba, pondría los cuadros para su equipo de trabajo. Por ser banquero creyó que podía dirigir un Ejecutivo que podría cambiar la forma de gobernar un país. Volteó una votación adversa de primera vuelta (que le permitió llegar a la segunda con mínimo margen) para derrotar al peligroso candidato del correísmo.

Pero, lo que ofreció en la campaña electoral lo borró con el codo y gobernó influenciado por su círculo de amigos y por lo que le dictaba su hígado. Usted, señor Lasso, se olvidó de quienes lo apoyaron, de los que creyeron en un cambio. Aunque diga que puso la casa en orden, de eso no vive la gente, que necesita empleo, seguridad y posibilidades, para no arriesgarse a cruzar las selvas del Darién o las fronteras en el Río Grande.

Pudo haber gobernado, pese a tener como oposición a la Asamblea más mediocre de la historia (siempre se podrá estar peor). Sin un bloque de asambleístas, solo logró defenderse como gato patas arriba de tres intentos de destitución y un juicio político que dio lugar a las más diversas especulaciones (hombres del maletín, troncha, cargos suculentos, choferes a la puerta y ministerios). Usted es primer gobernante que fue llevado a juicio político en casi 15 años de la Constitución de Montecristi. Finalmente, con la carta magna de Correa, decretó la muerte cruzada y mandó a su casa a los inútiles de la asamblea.

Pero, un país no es un banco. No hay ejecutivos, cajeros y clientes, los países son otra cosa. Los usuarios se quejan porque no obtienen cédulas y pasaportes en el Registro Civil ni medicinas en hospitales y dispensarios del Estado. No hay obras, solo bonos y subsidios reactivos, que aparecen cuando la tragedia ya ocurrió (Alausí, la costa, Portovelo). Usted se equivocó y se sigue equivocando.

Probablemente la muerte cruzada haya sido la única y mejor solución, porque libró al país de los ineptos e incompetentes (la lista de sinónimos es interminable) de la Asamblea y poco después se irá usted mismo. Ni piense en volver a ser candidato: le va a ir mal. Permitió que en su gobierno siga enquistado todo el tropel (o sarta, más bien) de correístas que siguen ansiando el regreso, con alfombra roja y todo el oropel, de ‘su majestad’ Rafael Correa, para reinstaurar el odio que él dejó sembrado. Aunque acertó en lo de la muerte cruzada y en disolver el Legislativo, en todo lo demás se equivocó. ¿Esto es lo que quería, presidente Lasso?