Estética y ética en el fútbol

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Carlos Freile

Para un auténtico aficionado al fútbol, el eje del juego consiste en conquistar el gol con jugadas elegantes, vistosas, creativas; así también evitarlas con iniciativa, agilidad, innovación. Ya como protagonista, en los partidos de cancha colegial o barrial, ya como espectador en el estadio o en un potrero anónimo, lo atractivo del fútbol se concentra en la habilidad para el manejo de la pelota, tanto individual como colectivo.

Por esto han pasado a la historia jugadores sobresalientes, pues tenían un arte especial de llevar, pasar, disparar…. Y así también los equipos cuyo recuerdo no debe desaparecer. Este viejo aficionado no puede menos que citar a Di Stefano, Sívori, Garrincha, Pelé, Beckenbauer, Müller, Carrizo… Y de los nuestros a Spencer, Kaviedes… Entre los equipos brillan en la historia el Real Madrid de Gento, el River de Pedernera y Labruna… Si hablamos de selecciones nacionales, sobresalen Brasil en 1970, Alemania y Holanda 1974… Sin pretender menoscabar a otras. El espectador gozaba con las jugadas y las aplaudía.

Sin embargo, para el buen aficionado no basta jugar con clase, hace falta tener dignidad y honor; no acepta el “todo vale” para ganar, rechaza los fingimientos, las faltas disimuladas, las manos tramposas y hasta blasfemas. El fútbol es estética, sí señor, pero también ética, respeto a las normas y al rival. Las mañoserías ensucian al deporte, lo degradan; no solo aquellas perpetradas en la cancha, sino en los salones de las dirigencias o con chequeras prestidigitadoras con capacidad de convencer a árbitros y de ocultar imágenes.

Si el fútbol sobrevive como deporte de masas será porque conserve una fuerte dosis de arte, de chispa e ingenio y porque evite las corruptelas, los favoritismos de todo tipo, dentro y fuera de la cancha. Este es el mayor peligro de este popularísimo deporte: desde que se convirtió en negocio, y millonario, la falta de ética ha hecho aparición; en ciertos casos pareciera que los resultados se rematan al mejor postor, al igual que se compran jugadores como reses. Y muchos periodistas callan.