Estafas a turistas

Cartagena de Indias es una ciudad cuya antigüedad data de la primera mitad del siglo XVI y que, por  sus características excepcionales, en 1984 fue declarada Patrimonio Cultural e Histórico de la Humanidad.

Llena de atractivos, como sus fortificaciones y murallas coloniales, la tumba de Gabriel García Márquez en su principal universidad, calles antañonas y esmaltadas de los colores vivos que brindan las buganvillas que cuelgan de bonitos balcones de madera, edificaciones patrimoniales restauradas con profesionalismo y tantas otras singularidades que le convirtieron en ciudad turística por excelencia, en la costa caribeña de Colombia.

 Esta última característica es la que le proporciona ingentes divisas provenientes en especial de sus numerosos visitantes extranjeros. Realmente, es una urbe a la que se debe conocer y, por el magnetismo que genera, se hace digna de volver a ella.

Es del caso que allí se han dado hechos que seguramente ya fueron frenados a raya, para que no sigan proliferando, en razón de que los malos procedimientos son contagiosos: a dos ecuatorianos, por haberse servido dos platos de mojarras (pescado) e igual número de cervezas, les han cobrado, con insolencia que podía degenerar en ataques físicos, 452 dólares; a una familia de mexicanos, que estuvo al frente, en la isla de Barú, 1.500 dólares, igualmente por consumos de no mayor costo; una pareja de origen holandés pereció intoxicada por la mala calidad de alimentos que se sirvieron en un restaurante.

Los tres indicadores señalados fueron profusamente dados a conocer a nivel internacional, afectan la imagen de Cartagena y tendrán impacto en su dinámico turismo. Cuando hay abusos o irresponsabilidades de esta índole, las consecuencias negativas repercuten: si se sale a turismo lo que se busca es solaz, tranquilidad, buen trato, servicio recomendable y no estafas.