Esta Asamblea

Tanto se ha degradado la política que, de inmediato, se la asocia con corrupción. El ‘principio democrático’, que permite a todos los ciudadanos ejercer el derecho a elegir y ser elegidos, se ha convertido en una cloaca de la que surgen nauseabundos representantes que avergüenzan al país de los honestos. Naturalmente que hay excepciones, pero la generalidad huele a ignorancia, mediocridad y putrefacción.

La Asamblea Nacional, que debería ser ejemplo de praxis política eficiente y de elevada ética, es un muestrario de suprema mediocridad democrática. Hay asambleístas sin ideas ni conocimientos, que sólo sirven para levantar la mano y buscar donde hay dinero fácil. Creen que con el poder que les dio el pueblo engañado pueden satisfacer sus ambiciones económicas, sus ansias de figuración, mirar a los demás por encima del hombro o sentirse poderosos para “hacer favores” a los otros, a los de abajo, a sus iguales, pero necesitados, casi siempre con un precio de por medio.

Y se llaman asambleístas que ignoran que su misión es legislar y fiscalizar, para servir a sus electores y pueblo, pero en su inmensa mayoría carecen de ideologías y principios. Sin embargo, se debe reconocer que, si hay asambleístas honestos, con definiciones ideológicas claras, elevada ética y preparación. A esos pocos deben imitar los muchos.

Lo que ocurre en los procesos electorales, en los organismos estatales de todos los niveles, se debe a este remedo de democracia que permite, por ejemplo, la existencia de alrededor de 280 movimientos y partidos políticos convertidos en instrumentos para fabricar candidatos, casi siempre, con obscuras intenciones. Es indispensable dictar normas que garanticen la elección de personas honestas y preparadas, para cargos de cualquier elección.