Es la institucionalidad, estúpido

“Los hombres pasan, pero las instituciones quedan”, dijo el francés Jean Monnet, considerado el ‘Padre de Europa’. La institucionalidad es el fundamento de toda república, amparado en la división de poderes. ¿Cómo se la consolida? Con normas establecidas, con recursos bien distribuidos; pero, sobre todo, con el compromiso de las personas que se vinculan a ellas.

Lamentablemente, en Ecuador los hombres se han sobrepuesto a las instituciones. Las nuestras son frágiles, permeables y corruptibles. Ciertamente el correísmo se aprovechó de esa fragilidad para moldearla a su antojo. Rafael Correa fue por muchos años la única institución sólida del Ecuador. Una vez que dejó el gobierno (porque el poder no ha dejado) el país quedó sostenido en pinzas. En un Estado en donde la institucionalidad pende de un hilo, cualquier tipo de crisis, por más leve que sea, amenaza con desestabilizar toda su estructura: económica, política y social.

Para muestra un botón. Tenemos un sistema de salud sin medicinas, con médicos mal pagados, sin insumos y sin presupuesto para inversión. Un poder Legislativo que baila al son del poder y no del bienestar común. Un poder Ejecutivo sin liderazgo, que juega a la prueba y error. Un poder Judicial con jueces y fiscales vendidos al mejor postor. Incluso las organizaciones sociales ya no defienden ideales colectivos, sino que obedecen a caprichos y a oportunismos. Las entidades de control se desvanecen en procesos burocráticos.

Otro factor letal para la institucionalidad son las redes sociales. El tráfico de información se mueve a una velocidad incontrolable. La ciudadanía se entera de las decisiones del gobierno antes de que se anuncien oficialmente y en minutos impera el caos. Los medios de comunicación han dejado los mecanismos oficiales de información. Las fake news invaden los grupos de WhatsApp. El desconcierto se apodera de todos y se propicia un ambiente ideal para aquellos que salen a pescar a río revuelto.

Si en 1992 Bill Clinton dijo “es la economía, estúpido”, Rafael Correa sabía que era la institucionalidad. Que una vez desbaratada, el caos iba a reinar. De ese caos se está aprovechando para volver, quizás él, un súbdito o cualquier otro oportunista populista.