¿Es el fin de la pandemia por COVID-19?

Miguel Crespo

La OMS/OPS declaró el fin de la pandemia por la COVID-19, pero ¿qué significa esta declaratoria? ¿Qué futuro nos espera en temas de salud? ¿Cuál fue el aprendizaje que nos dejó el COVID-19? ¿Estamos preparados para enfrentar otra crisis sanitaria de esta magnitud, en el Ecuador?

Es fundamental que comprendamos que la declaratoria de fin de la pandemia no es la desaparición de la enfermedad de la COVID-19, sino que hace referencia a que esta enfermedad ya no está catalogada como una emergencia sanitaria a nivel mundial, quizá como una enfermedad endémica. Pero se debe realizar el análisis más a fondo ya que para nosotros, como personal de salud, es el comienzo de una verdadera y amplia campaña de promoción, prevención, vacunación y potencialización del sistema de salud. Para ello, es indispensable que la comunidad comprenda que la COVID-19 no ha se ha terminado y que nos dejó como secuela alrededor de 36 mil fallecidos en el Ecuador, 1 millón de infectados aproximadamente con una letalidad de 3.23 por cada 100.000 habitantes y alrededor de 6.9 millones de personas fallecidas en el mundo. Además de desnudar un sistema de salud desatendido, debilitado y que jamás estas cifras reflejarían todo la afectación psicológica y el dolor que atravesamos en, quizás, la peor crisis sanitaria en la historia del país.

El puntal más importante para la declaratoria de la finalización de la pandemia fue la vacunación con lo que se logró la reducción, de manera trascendental, de la morbimortalidad, es decir que las vacunas funcionan. La arista principal en el país debe ser reforzar las campañas de vacunación.  Al momento es de entera preocupación que las dosis de refuerzo de las vacunas están entre el 20 al 40%, muy lejos de los números ideales planteados por OMS/OPS en el contexto de cobertura y protección.

Un gran acierto del Ministerio de Salud Pública (MSP) fue la adquisición de vacunas bivalentes recomendadas para proteger en variantes de COVID-19 que escapan de la inmunidad, con las vacunas de primera generación, sin olvidar que los esquemas pueden ir cambiando de acuerdo a la mutación y nuevas variantes de este virus.

Una de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud/Organización Panamericana de la Salud OMS/OPS es reforzar y mantener las estrategias de repotencialización de las unidades de salud, pero aquí surge una interrogante:  ¿estamos o no preparados para una nueva ola de enfermedades catalogadas como endémicas o pandémicas? Para responderla, se debe tener en cuenta que atravesamos un recorte en los presupuestos de salud, se desvinculó al personal que estuvo en primera línea y no se rehabilitó emocionalmente al personal de salud que se enfrentó con centenares de muertes que marcaron nuestra memoria y quedaran siempre en el recuerdo. Nunca dejaremos de señalar que muchas muertes quizás se podían evitar y no se dieron por la letalidad del virus sino por un sistema de salud pobre, sin recursos, sin capacidad resolutiva, sin medicación esencial y sin estrategias para combatir y mitigar el daño que nos dejó la COVID-19.

Finalmente, ni el Ecuador ni probablemente ningún país esté preparado para una futura pandemia de similares características debido a la falta de consciencia de las personas al no aplicar las medidas básicas generales de protección, sumado a la falta de posgrados y espacios de formación de médicos especialistas en el país; por la escasez de oportunidades, los nuevos médicos están migrando a otros países. Además, la falta de inversión social en temas de salud, hospitales desabastecidos y en crisis, la falta de política pública e inversión son varias debilidades para un sistema que antes de la pandemia ya estaba en crisis.