Emilio Palacio
Hoy quiero hablarle, señor Presidente, de lo que podríamos llamar El Club de los Ciegos; aunque también podríamos bautizarlo como El Club de los Tontos; o mejor aun, El Club del Séptimo Círculo del Infierno, porque es allí donde decía el Dante que acaban todos los que caminan al triste destino de su propia muerte.
No me refiero a Correa ni a ciertos correístas, señor Presidente. Ellos no son tontos, ni ciegos, ni mudos, sino una banda de pillos que se las saben todas.
Me refiero al gajo de “anticorreístas” que quieren convencernos de que no debemos votar por usted porque capturó a un delincuente que se escondía en la embajada de México, o porque cometió un crimen de estado que no existió, o porque se negó a encargarle el poder a una persona demente que pretende destruir el país.
Y digo que son ciegos, tontos o suicidas, para no decir que son cómplices del correísmo, porque insisten en que no votemos por usted pero no nos dicen por quién deberíamos votar, aun sabiendo que en estas elecciones hay un tropel de candidatos pero sólo dos alternativas: Luisa González y usted.
Todos los demás son adornos de papel que no sacarán ni el uno por ciento de los votos.
Por eso pensé mucho qué consejo podría darle yo para contrarrestar esa campaña malévola de los tontos útiles del correísmo, pero me encontré con una dificultad, y es que usted no escucha a nadie, o casi nadie, y mira a todos los demás como por encima del hombro.
Se me ocurrió entonces que en lugar de darle consejos debería pedirle que se fije en una figura política extraordinaria que está a punto de vencer a una de las peores mafias del continente.
Me refiero, como ya se habrá imaginado, a María Corina Machado.
Ella no se hizo ningún tatuaje. No aparece en Tik Tok bailando ni trotando, y no se cree la mamá de Tarzán. Su estrategia ha consistido simplemente en unir a toda las fuerzas democráticas de Venezuela sin excluir a nadie; no prometer lo que sabe que no podrá cumplir; y demostrarle al pueblo que se jugará la vida para hacer respetar los derechos de los venezolanos, sin importar si son sus amigos o no; y sin importar tampoco su color de piel o su clase social; y menos aun su ideología política.
Qué envidia me provoca en estos momentos el pueblo venezolano. Lo digo sin ningún remilgo, porque eso es lo que necesitamos los ecuatorianos: líderes que no ganen votos actuando como los famosos del cine o de las redes sino pensando en el país antes que en ellos mismos.