¡Buenos días, señor Presidente! Liquidador de un país en bancarrota

Emilio Palacio

En esta ocasión le escribo para decirle que no entiendo por qué usted insiste en meter la pata con tanta frecuencia.

La forma en que ha manejado el enfrentamiento con su vicepresidenta es de lo más lamentable. Conozco que se trata de una mujer desequilibrada, que está dispuesta a pactar con cualquiera; pero el que la puso en ese cargo fue usted, nadie lo obligó; así que lo correcto hubiese sido ofrecer disculpas diciendo: “Lo siento mucho, me equivoqué”.

Pero en su lugar, lo que ha hecho es buscar tinterilladas para deshacerse de ella, a cualquier precio; o peor aun, dejar abierta la puerta para que sea un misil en Israel el que le ponga fin al problema.

También está su actitud hacia la Fiscal General. Cuando las mafias políticas amenazaban con destituirla, usted no vio con buenos ojos las marchas que se organizaron para defenderla, al punto de que ya no se sabía si su partido la apoyaría en la Asamblea Nacional.

Para justificarse, dijo que no podía apoyarla porque no quería interferir en las demás funciones del Estado; pero después, sin pestañear siquiera, quiso influir en las autoridades electorales sugiriéndoles que se deshagan del partido Construye.

Usted ha recurrido también al viejo truco de amenazar a los partidos democráticos de oposición porque habrían pactado con las mafias políticas; pero como lo hacía Correa, sin presentar ni una sola prueba ni testimonio, puro bla bla.

Por último ya nos dejó en claro que si las circunstancias se lo permiten, pondrá sus negocios personales por delante de las instituciones del Estado, como ocurrió con su proyecto en Olón, que lo defendió con tanta vehemencia, en lugar de reconocer que fue una imprudencia que no se volverá a repetir.

Son demasiados excesos y demasiada intolerancia, señor Presidente.

Usted me dirá que aun así el pueblo lo sigue apoyando, y es cierto, pero déjeme advertirle que si lo reeligen (que es lo más probable), usted no será un presidente fuerte sino algo así como el liquidador de un país en bancarrota, con muchas deudas; sin un centavo en la caja fiscal (y más bien obligado a dictar medidas económicas justas pero impopulares); con mucho desempleo; sin un partido de gobierno estructurado; y acosado por la delincuencia, el narcotráfico y los terroristas.

Pero además (y esto sería lo más grave), aunque por un tiempo todavía conserve el apoyo del pueblo, ya no será el apoyo de hace ocho meses, cuando lo eligieron porque vieron en usted a la gran esperanza que enterraría a la vieja política. Ahora se convirtió en el apoyo que se le da al “menos malo”, al “mal menor”, y créame que esa clase de apoyo es demasiado volátil como para fiarse del mismo.

Por eso le recomiendo que revise su conducta, porque si no rectifica, aunque lo reelijan, lo único que conseguirá es hundir al país, como  hizo Correa, en una nueva crisis política y económica; que además acabará para siempre con su carrera política.