Emilio Palacio/
Este artículo versa sobre una palabra muy difícil que muy pocos entienden: “paradigma”.
Por favor, señor Presidente, no me pida que explique qué es un “paradigma” porque no me siento preparado. No soy filósofo ni nada parecido, así que mejor permítame que le ponga unos ejemplos.
El jueves hubo una manifestación en Quito en contra de su gobierno. Hasta donde sé, los manifestantes no rompieron vidrios ni quemaron vehículos. ¿Qué raro, no?
Pero hay algo más. No fue la Policía la que disolvió esa protesta sino la lluvia. De repente San Pedro abrió el grifo y todos salieron en estampida, hacia sus casas o hacia las terminales terrestres, para huir de Quito y disfrutar del feriado.
A menos que la memoria me falle, sería la primera vez que ocurre algo así. Antes el “paradigma” era que ni los feriados ni las lluvias disolvían el descontento popular. Cuando el pueblo se “cabreaba” (como está de moda decir), no había quién lo pare. Pero esta vez existe un legítimo “cabreo”, y aun así no hay manifestaciones imparables que pidan su cabeza. El “cabreo”, por lo visto, ya no funciona igual.
Antes era un “paradigma” que “si suben la gasolina, el gobierno se cae”. Pero usted subió la gasolina, el IVA, el Impuesto a la Salida de Capitales, y agregó algunos impuestos más, y la gente se sintió incómoda, pero de allí no pasó.
Estos fenómenos completamente nuevos no se dan sólo en política sino en todos los ámbitos. Antes ni se nos hubiese ocurrido que el Sahara se pudiese inundar o que el Amazonas se pudiese secar, pero es lo que ocurre en estos precisos instantes.
Mi conclusión es que el mundo está cambiando sus “paradigmas” a una velocidad asombrosa, y que nuestros políticos criollos ni se han dado por enterados.
Déjeme añadir un par de ejemplos adicionales por si acaso no fui muy claro.
En tiempos de León Febres-Cordero, si usted llamaba a juicio político a un ministro y le tiraba una muñeca de trapo por la cabeza, se posicionaba como candidato casi seguro para cualquier elección. En cambio ahora los juicios políticos están completamente desvalorizados.
Y termino con este otro ejemplo que es mi favorito: Antes, cuando un presidente se desgastaba, siempre había alguien que recogía sus votos y lo defenestraba en la siguiente elección. Pero ahora nadie discute que sus preferencias electorales cayeron con los apagones (ni siquiera usted lo negó en su entrevista con Rafael Cuesta), y aun así diera la impresión de que el pueblo aún no voltea a ver a nadie, al punto que algunos creen que lo que sí subió, y de manera dramática, es el porcentaje de indecisos.
P.S. A ver si esta explicación aclara un poco más las cosas, tomada del Diccionario de la Real Academia Española. “Paradigma: Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”.